Abstract
Tis article presents some experiences that put forward
and effectively carry out the redesign of some urban spaces,
without the means of any governmental institution. Te
promoters of these actions are groups that, through disobe-
dience and persuasion in some cases, seek to build common
spaces, either as a political practice of resistance, or as a poli-
tical practice of coexistence and deployment of new ways of
understanding urban relationships. Upon engaging in a dia-
logue with these initiatives, we want to conceptualize what
we have called “urban design from below”. It is an open field
of forces that enables the emergence of ways of experiencing
the city as well as making community born of hybrid compo-
sitions that are based on situated problems, knowledge and
experiences, from which disobedience assemblages emerge.
Tese assemblages hold the potential to challenge the nor-
mative modes of making community as well as the authori-
ties underlying those relationships.
Keywords
Sensitive City, Right to the City, Urban Design fom Below, Urban Experiencing,
Urban (Re)design.
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
Resumen
En este artículo presentamos algunas experiencias que, al
margen de las instituciones gubernamentales competentes,
proponen y llevan a cabo el rediseño de algunos espacios de
la ciudad. Quienes los impulsan son colectivos que, median-
te la desobediencia y en algunos casos la persuasión, se pro-
ponen la coconstrucción de espacios comunes, o bien como
una práctica política de resistencia, o bien como una práctica
política de convivencia y despliegue de nuevos modos de en-
tender las relaciones urbanas. A partir del diálogo con estas
iniciativas, proponemos conceptualizar lo que hemos de-
nominado «urbanismo desde abajo». Se trata de un campo
de fuerzas abierto que posibilita la emergencia de modos de
experimentar y hacer la ciudad nacidos de composiciones hí-
bridas basadas en problemas, conocimientos y experiencias
situados, donde acontecen y se producen aquellos ensam-
blajes de desobediencia que pueden poner en cuestión los
modos normativos de hacer ciudad, así como las autoridades
que subsisten bajo esas relaciones.
Palabras clave
Ciudad sensible, derecho a la ciudad, experimentación urbana, (re)diseño urbano,
urbanismo desde abajo.
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
Introducción
Desde que la ciudad se convirtió en el objeto biopolítico por excelencia
(Foucault, 1996), esta, en tanto forma material y cultural de organizar la vida
social humana, se constituyó a la vez en objeto de preocupación y de inter-
vención de una multiplicidad de saberes asociados al gobierno de las pobla-
ciones y de los territorios. Los grandes trazados urbanos, que tienen como
ejemplo la reforma de París emprendida por Haussmann o la Barcelona del
Plan Cerdá (Aibar y Bijker, 1997), dieron origen al nacimiento del urbanismo
moderno y, con ello, a una especie particular: el despacho del urbanista. Di-
versos trabajos han dado cuenta de las maneras de producción y de las formas
de creación practicadas en el interior de estos espacios, donde los materiales y
las redes que conectan con otros estudios de arquitectos y urbanistas posibili-
tan la realización de diseños que, posteriormente, tendrán efectos en las vidas
cotidianas de quienes habitamos las ciudades (Capel, 2005; Yaneva, 2009;
Gallach y Martì-Costa, 2010; Estévez, 2014).
En este artículo queremos presentar dos ejemplos que nos permiten alejarnos
de aquel despacho, poniendo en suspenso, momentáneamente, la importan-
cia de aquellas prácticas técnicas, y, de este modo, conceptualizar lo que de-
nominamos un «urbanismo desde abajo», un urbanismo que se realiza desde
el plano de una vida concebida de modo compositivo y experimental. Se trata
de un campo de fuerzas abierto que posibilita la emergencia de modos de
experimentar y hacer la ciudad nacidos de composiciones híbridas basadas en
problemas, conocimientos y experiencias situados. Ambos ejemplos, toma-
dos de la ciudad de Montevideo, tienen en común el despliegue de ciertas
prácticas de rediseño urbano basadas en la desobediencia. Como veremos,
son experiencias que parten de diseños que desobedecen las normativas y
los trazados formales de la ciudad, alterando así la diagramación previa del
espacio. Se constituyen en desobedientes en la medida en que estas acciones
conllevan no acatar explícitamente el orden de lo estipulado ni el dictamen
de cierta autoridad en el proceso de rediseño. Pero esta desobediencia tiene
la peculiaridad de ser siempre colectiva; no se trata de una acción individual,
sino de la acción de un conjunto, no específicamente humano, en torno a un
problema que pone en suspenso las identidades de las materias y las vidas
convocadas. Hablando de desobediencia civil, Hanna Arendt (1999) dice:
«Siempre que los letrados tratan de justificar al desobediente civil con
un fundamento moral y legal, montan su caso sobre la base, bien del
objetor de conciencia, bien del hombre que prueba la constitucionalidad
de una ley. Lo malo es que la situación del desobediente civil no guarda
analogía con ninguno de esos dos casos, por la sencilla razón de que él
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
nunca existe como simple individuo; puede funcionar y sobrevivir solo
como miembro de un grupo» (Arendt, 1999, p. 63).
Si bien Arendt habla de un tipo particular de desobediencia, el adjetivo
«civil» nos sirve para torcerlo hacia su significado relacionado con lo urbano.
La naturaleza colectiva de esta desobediencia pone en jaque al sujeto jurídi-
co y abre la posibilidad de pensar la acción en grupo e incluso más allá de lo
humano. Aunque Arendt piensa en los de nuestra especie, nosotros quere-
mos pensar en cosas, animales, plantas y otras materias como parte de esos
ensamblajes de desobediencia que giran en torno a la capacidad de imaginar
y de diseñar otros mundos. De ahí se extrae un componente experimental
inmanente que le es propio a la acción de la naturaleza de las materias.
En los últimos años han emergido distintas conceptualizaciones que intentan
repensar las acciones de rediseño de la ciudad; así, se ha hablado de urbanis-
mos tácticos (Mould, 2014; Silva, 2016), de urbanismos do it yourself (Iveson,
2013; Douglas, 2014) y también de urbanismos de guerrilla (Hou, 2010).
Se trata de teorizaciones que subvierten los modos dicotómicos de entender
las prácticas de urbanismo y que cuestionan la distinción entre practicantes
expertos y legos y entre hacedores y planificadores. Pero cada uno de estos
planteamientos, por similares que parezcan, responde a problemas distintos.
La noción de urbanismo de guerrilla sirve para pensar cómo ciertas activida-
des insurgentes, configuradas desde la base hacia arriba a través de acuerdos
colectivos, se extienden más allá de los clásicos espacios de protesta ampliando
así la capacidad de imaginación y diseño urbanos (Hou, 2010). Por su parte, el
urbanismo táctico, tal como lo entiende Silva (2016), es una categoría que per-
mite englobar una serie amplia de acciones de urbanismo, nacidas desde abajo,
que necesariamente dialogan con las instituciones planificadoras. Precisamen-
te, la proximidad gradual entre este tipo de prácticas y aquellas instituciones
mostrará el contraste y el alejamiento de las primeras respecto a los ideales
de planificación estratégica de las segundas. Por su parte, el urbanismo do it
yourself, incidiendo especialmente en la capacidad de hacer enmarcada en la fi-
losofía maker, engloba muchos de estos ejemplos, incluyendo el urbanismo de
guerrilla y el urbanismo insurgente. Esto es posible porque su foco está puesto
en esta dimensión ética y política del hacer y en su capacidad transformadora
de las relaciones sociales (Iveson, 2013). Si bien todas estas categorizaciones
responden a problemas distintos, tienen en común que resaltan el carácter
práctico, dinámico, relacional y descentralizado de las acciones de rediseño
urbano, haciendo hincapié en acciones de abajo-arriba. Este conjunto de
acciones y prácticas, así como las tensiones y conflictos derivados, se inscriben
en una zona de transformación de lo urbano donde lo táctico y lo estratégico,
lo comunal y lo institucional, lo local y lo global se producen.
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
En este artículo presentaremos dos casos que perfectamente podrían ubicarse
dentro de algunas de estas categorías. El problema que queremos mostrar con
ellos es otro distinto al que abordan las conceptualizaciones antes mencio-
nadas: ¿cómo coexisten estas formas de urbanismo caracterizadas por la des-
obediencia en las tramas de la planificación y ejecución urbana, asumiendo
que las prácticas de urbanismo se suceden en un tejido sin costuras? O dicho
de otra forma, ¿cuáles son y cómo se constituyen aquellas continuidades y
discontinuidades entre un urbanismo técnico planificador y estas prácticas
de urbanismo nacidas del trabajo de las materias y sus acciones colectivas
autoorganizadas en torno a la transformación del espacio urbano? Para
responder estas preguntas proponemos construir un punto de vista que nos
permita ahondar en la inmanencia del urbanismo como sensibilidad política
y práctica.
Del derecho a la ciudad al urbanismo desde abajo
Hace algunos años, Verónica Gago (2014) acuñó el término «neoliberalismo
desde abajo» para cuestionar la idea, por lo general bien recibida, de que
el neoliberalismo es una política que viene desde arriba, es decir, desde las
esferas gubernamentales, y que, por ende, solo desde estas puede ser com-
batido. Gago utiliza el «desde abajo» para mostrar que el neoliberalismo
nunca puede ser definido de manera homogénea, ya que su forma depende
de sus maneras de articulación y ensamblaje en situaciones concretas. Esta
dimensión pragmática, basada en la conectividad con determinadas situacio-
nes, amplía la definición del neoliberalismo más allá de la concepción que lo
piensa como parte de una planificación procedente de voluntades estatales
y de agencias exteriores. De esta manera, el neoliberalismo desde abajo es
un campo ambiguo de tensiones donde se disputa la propia hegemonía del
neoliberalismo. En cierta medida, se trata de un gesto metodológico que
mira hacia abajo para dar cuenta de aquellos procesos, de aquellas prácticas
y acciones que socavan sus fundamentos. Lo interesante del planteamiento
de Gago es que el neoliberalismo desde abajo no se sustancializa, sino que
se presenta como un campo de tensiones donde se producen los avances y
las derrotas del propio neoliberalismo en su conjunción con la experiencia
popular. Tomando prestado el término «desde abajo», proponemos pensar
el urbanismo como un conjunto, siempre abierto, de acciones nacidas en las
calles y que, de manera diseminada, descentralizada, producen espacio-tiem-
pos de encuentro y de experimentación haciendo la ciudad y mostrando las
tensiones propias de la producción de las ciudades capitalistas.
El auge del urbanismo durante el siglo XX no ha cesado: la planificación
urbana desde las altas esferas políticas y técnicas continúa siendo uno de los
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
ideales y de las partes consustanciales del imaginario acerca del gobierno de
la ciudad. Esto último quizá se deba a que aquello que se gobierna no sea la
ciudad en sí, en tanto materia y simple escenario aislable de la vida humana
que acontece, sino precisamente aquella vida que en ella prolifera de forma
inmanente y ensamblada. De esta manera, la ciudad aparece como un con-
junto de agenciamientos o ensamblajes interconectados, siempre cambiantes,
compuestos de entidades híbridas (McCann y Ward, 2011; Farías y Bender,
2012), en los que perfectamente podemos subrayar el carácter de lo vivo en
su composición en tensión y contraste con el estado mineral de la existencia
(Grosz, Yusoff y Clark, 2017).
Lo anterior viene a colación del papel que queremos atribuirle a lo vivo en la
ciudad, alejado, eso sí, de cualquier pretensión esencialista, entendiéndolo en
constante composición y recomposición con aquello que suele ser pensado
como «inerte» aunque vibre (Bennet, 2009). En su monadología, Gabriel
Tarde pone a jugar la tensión mencionada dando como ejemplo el punto
más alto de una civilización, el cual coincide con el triunfo de un modo de
existencia sobre otros («mónadas», en sus palabras) y su imposición sobre el
resto. Dice Tarde:
«A lo largo de siglos y siglos, se ve hacia dónde la sucesión de un
progreso semejante debe conducir a las naciones: a un grado de esplendor
fío, de pura regularidad que tendrá algo de mineral y cristalino, y
contrastará singularmente con la gracia extraña, con la complejidad
completamente viva de sus inicios» (Tarde, 2014, p. 96).
Según el autor, este triunfo de uno sobre muchos atenta contra la hetero-
geneidad de la existencia, homogeneizando así la fuente de la creación y la
innovación: «De suerte que miles de planes diferentes que en una fase menos
avanzada habrían recibido, concurrentemente con el elegido, un comienzo de
ejecución, son condenados por este a un ahogo fatal» (Tarde, 2014, p. 95). Nos
permitimos extrapolar esta frase al asunto que nos convoca. A partir de estas
palabras, nos preguntamos cuántos «planes» sobre la ciudad «son condena-
dos a un ahogo fatal» a partir de la imposición de los planes maestros nacidos
en los despachos de los urbanistas de nuestros municipios o ayuntamientos,
los cuales son cada vez más parecidos a los planes de otros colegas ubicados
en otros despachos, en otras ciudades a cientos o miles de kilómetros, planes
que se vuelven cada vez más estandarizados, más previsibles, más globales
(Borja, 2007). En tiempos donde el viejo urbanismo parece estar en apuros
—pese a que aún continúa respirando—, donde el modelo de las ciudades
inteligentes se impone como tendencia e ideal a seguir —con ingenieros en
lugar de urbanistas a la cabeza—, creemos que es oportuno prestar atención y
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
mirar a aquellos planes «condenados al ahogo fatal» y comprender que una
ciudad supone la coexistencia de «muchos» planes.
Lo que ha hecho aquella forma de practicar el urbanismo —un urbanismo
que suele mostrarse centralizado, jerarquizado, piramidal— ha sido trazar,
proyectar e imaginar para «una» ciudad desconociendo que la ciudad no
es una, sino «multiplicidad». Esta tendencia ha sido, en cierta forma, la que
motivó a Lefebvre (1968) a postular «el derecho a la ciudad», el cual viene
a intervenir la porosidad de la ciudad única del ensueño de la urbanización
moderna y mostrar la miríada que compone la vida en la ciudad. Su crítica
se centra en los efectos producidos por esta forma de saber-poder sobre la
ciudad expresada en la urbanización y en la industrialización, siendo estos los
siguientes: aumento de la segregación espacial, mercantilización del espacio
con predominio del valor de cambio y la ausencia de las clases trabajadoras en
la toma de decisiones sobre el diseño y el desarrollo de la ciudad. Como afir-
ma Costes (2011), mediante el desarrollo de la noción de lo urbano, Lefebvre
pone el acento en el carácter político de la urbanización funcionalista sobre la
diagramación de la vida en la ciudad capitalista, dando cuenta, por un lado, de
las consecuencias de la crisis de la ciudad en las vidas humanas y, por otro, de
la capacidad y el potencial políticos de quienes la habitan para la realización
de la toma democrática de la ciudad como modo de superar dicha crisis. Dice
Lefebvre:
«El derecho a la ciudad no puede concebirse como un simple derecho
de visita o retorno hacia las ciudades tradicionales. Solo puede
formularse como derecho a la vida urbana, transformada, renovada.
Poco importa que el tejido urbano encierre el campo y lo que subsiste de
vida campesina, con tal que “lo urbano”, lugar de encuentro, prioridad
del valor de uso, inscripción en el espacio de un tiempo promovido al
rango de bien supremo entre los bienes, encuentre su base morfológica,
su realización práctico sensible» (Lefebvre, 1978, p. 138).
El núcleo duro del derecho a la ciudad se encuentra en la capacidad de hacer y
transformar el entorno urbano que poseemos quienes convivimos en ese tipo
de paisajes. Lo urbano, lejos de ser un objeto dado o una exterioridad, es una
relación cambiante que anticipa y promueve relaciones de intercambio y formas
de encuentro cooperantes entre los convivientes. Tomemos esto como punto
de partida: el derecho a la ciudad de Lefebvre debe ser comprendido como un
programa de acción que invita a quienes hacen lo urbano a crear, inventar y redi-
señar las tramas que producen la ciudad contra o a pesar de —pero coexistiendo
con— la planificación urbanística y los impulsos capitalistas que la fundamen-
tan. Es precisamente en este gesto donde colocamos el urbanismo desde abajo.
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
Inspirados en Gago (2014), el urbanismo desde abajo es, ante todo, el campo
de tensiones en torno al devenir de la ciudad donde se suceden un conjunto
de acciones de rediseño colectivo del espacio urbano sostenidas a partir de
un ejercicio práctico que coloca la experimentación en el centro del derecho
a la ciudad, y que, mediante prácticas de desobediencia, prácticas refracta-
rias o recalcitrantes, se proponen el rediseño de lo trazado previamente y la
invención de nuevos trazos, promoviendo, de este modo, nuevas formas de
vivir la experiencia sensible de la ciudad. Se trata del espacio de hibridación y
actualización de las prácticas, donde los niveles tácticos y estratégicos, los co-
nocimientos expertos y legos, el hacer y el planificar restituyen su univocidad;
es el espacio de tensión desde el que nace la posibilidad de crear situaciones
y proyectarlas sobre las cosas que forman parte del entorno vital inmanente,
produciendo aperturas para usar apaños, reparar, recuperar y «cacharrear»
(Callén, 2015; Sánchez Criado, 2017). En cierto sentido, el urbanismo desde
abajo es el hiato que posibilita pensar que quienes planifican y proyectan
sobre el entramado urbano, en lugar de ser exclusivamente especialistas en
urbanismo, son colectivos «cualquiera» (Rancière, 1999) afectados e impli-
cados por su entorno —hasta el punto que, en cierta medida, son el propio
entorno—, y vinculados entre sí de un modo ecológico, cuyos componentes
son movidos a la acción para transformar sus propias existencias llegando in-
cluso a poner en riesgo sus identidades (Callon y Rabeharisoa, 2008; Callon,
Lascoumes y Barthe, 2009). Así, el urbanismo desde abajo viene a remarcar
las continuidades y discontinuidades entre las prácticas emergentes que
categorías como urbanismo DIY, urbanismo táctico o urbanismo de guerrilla
señalan y aquellas prácticas de planificación estratégica que forman parte del
gobierno de las ciudades; en definitiva, el orden de lo sensible de nuestras
experiencias urbanas (Marrero-Guillamón, 2016). Asumiendo que se trata
de un campo de tensiones donde se transforman las relaciones urbanas, la no-
ción de experimentación viene a remarcar el carácter sensible de las acciones,
apareciendo como un elemento clave para pensar y hacer visibles las prácticas
de imaginación y rediseño del espacio urbano.
Siguiendo a Deleuze y Guatari (2004), experimentar es aprender a ver y oír
«lo que nos hace actuar» (p. 9); es aprender a captar las relaciones de fuerzas
que construyen las formas que va tomando esa realidad, no su reproducción.
En este sentido, se trata de una operación de apertura que orienta las prácti-
cas hacia una experimentación de lo real; es una invitación a crear herramien-
tas de conocimiento adecuadas para la movilidad de los procesos de produc-
ción. Con la noción de rizoma, concepto que estos autores reutilizan para
mostrar la multiplicidad, discontinuidad y mutación constante de la realidad,
realzan el carácter experimental que debe tener el método de conocimiento.
La experimentación construye el campo de lo real y las múltiples capas que le
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
dan consistencia; favorece la conexión con otros campos circundantes; y, por
su carácter rizomático, desplaza y fuerza los límites del conocimiento sobre la
vida para llevarlos a su máxima apertura, una apertura que pone en movi-
miento los límites del propio método y del campo que se está conociendo.
Alrededor del mundo existen muchos ejemplos de prácticas que abrazan
algunas de estas formas experimentales de componer el colectivo urbano. En
el Estado español, alrededor del 15-M han proliferado distintas experiencias
que han tomado la ciudad como objeto de transformación, promoviendo
formas autogestionadas de hacer la ciudad que contrastan con las formas
tradicionales de la administración (Domínguez Rubio y Fogué, 2013; Jimé-
nez, 2014; Mayer, 2016). Desde la construcción de grandes espacios de uso
común, como puede ser el Campo de la Cebada o Germanetes, pasando por
la articulación de redes de huertos y jardines urbanos, hasta la realización de
eventos públicos para construcción de mobiliario urbano, como promueve el
colectivo Makea tu vida, son ejemplos de acciones y prácticas que plantean
otro vínculo con la ciudad, ya no solo desde el consumo individual de bienes
y servicios o desde la asunción de una postura más próxima a la de un cliente,
sino desde un hacer y pensar colectivo que busca inventar nuevas formas de
coexistencia. Este tipo de prácticas, colectivos y acciones se inscriben en una
forma diferente de ver, pensar, comprender y actuar la ciudad, pero inevita-
blemente coexistiendo con otras formas de disputa. Como afirma Estalella:
«El presente de la ciudad se hace de gestos menores y edificios mayores:
un espacio capaz de conciliar escalas dispares que dan cuerpo a eso que
llamamos urbanismo. No una disciplina encargada del planeamiento
urbano, sino una forma de habitar concernida con la ciudad. Un
urbanismo sin escalas, límites ni prescripciones. Un urbanismo que hace
parte de la construcción de la ciudad a cualquiera que descubre en los
detalles de una parte la presencia del todo. El urbanismo: una
sensibilidad urbana» (Estalella, 2016, p. 2).
Estas diferentes escalas hacen que estas prácticas coexistan con otras formas de
hacer ciudad, en ocasiones mezclándose hasta el punto de construir fortuitas
aporías. El urbanismo desde abajo viene a marcar el espacio sensible de realiza-
ción y de tensión donde las formas preexistentes del urbanismo, incluyendo sus
modelos, sus técnicas, sus fines, así como las relaciones políticas y económicas
que cargan, se ensamblan y articulan con las prácticas autogestionadas y afecti-
vas de los habitantes de la ciudad, dando por resultado un esfuerzo constante de
rediseño de lo urbano. Precisamente, será desde esas relaciones como podrán
emerger, de un modo ecológico, aquellas prácticas de rediseño desobediente
que posibilitan interpelar el sentido ético y político de nuestras acciones.
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
Pensar las prácticas de desobediencia del rediseño urbano a luz
del urbanismo desde abajo
En este apartado nos interesa traer a escena dos ejemplos de prácticas des-
obedientes de rediseño que nos ayuden a definir el «urbanismo desde abajo»
apoyándonos en elementos empíricos. La presentación de estos casos forma
parte de un estudio exploratorio (Stebbins, 2001; Baxter y Jack, 2008) que
toma como asunto de interés la emergencia de prácticas colaborativas y expe-
rimentales en la ciudad de Montevideo. Las experiencias que presentaremos
fueron escogidas porque ambas tienen como fin la construcción de plazas
para uso comunitario; a su vez, comparten que sus agentes son colectivos
autoorganizados, no gubernamentales ni mercantiles, que se proponen llevar
a cabo prácticas de transformación urbana basadas en acciones colectivas de
desobediencia. A pesar de su nacimiento fuera de las relaciones de gobierno,
ambas experiencias establecen relaciones particulares con sus agencias, sean
estas mediante la negación y la confrontación o el reconocimiento y la alian-
za. Además, estos ejemplos tienen diferencias importantes de base; en el pri-
mer caso, una concepción moderna del sujeto político revolucionario aparece
como agente organizativo, mientras que, en el segundo, emerge la imagen del
vecino comprometido, ensalzando una suerte de civismo de época (Delgado,
2007). Estos contrastes intentan dar cuenta de la diversidad y heterogeneidad
de las prácticas que componen la actualización de lo urbano en lo que deno-
minamos urbanismo desde abajo, en las que se desarrollan ejercicios constan-
tes de mismidad y diferenciación (Deleuze, 1988) respecto al cambio de las
formas de vida urbana. Para la presentación de las propuestas nos basamos
en observaciones y en el estudio de imágenes extraídas de los sitios y espa-
cios virtuales afines a los colectivos (blogs, WhatsApp). En uno de los casos
no se pudo entablar un diálogo directo con sus participantes: no obstante,
la opinión y perspectiva de los actores fue incluida a partir de documentos
extraídos de blogs de acceso público y artículos de prensa. En cambio, en el
segundo caso esto sí fue posible, pudiéndose dialogar con quienes sostienen
esa experiencia y ampliando así los sentidos interpretativos de sus acciones.
La acción directa hecha plaza
Ubicada en el cruce de las calles Paysandú y Gaboto, en pleno barrio Cordón
de la ciudad de Montevideo, encontramos la plaza Acción Directa. Como
muestra la captura de pantalla de la imagen de Google Street View, tomada en
julio de 2015 (Imagen 1), antes de ser la plaza que es hoy, aquel espacio fue
un estacionamiento de automóviles improvisado asentado sobre la demo-
lición de una vieja casa del barrio. El estilo de esta construcción era muy
similar a la contigua; si se mira con detalle aún se pueden ver algunos restos
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
que dan cuenta de las formas que se trazaban en aquella construcción que,
pese a la demolición, aún subsisten y persisten. Esta primera acción de utilizar
el espacio como estacionamiento inaugura una forma de uso no organizada,
no institucionalizada, la cual anticipa otros usos al margen de las formas insti-
tuidas por el gobierno formal de la ciudad o el capital. Capas de otras formas,
capas de otros usos que habitan en la memoria viva de las cosas.
Imagen 1. Espacio utilizado como estacionamiento de coches. Captura de pantalla, fotografía de Google Street View, julio 2015 © Google Inc.
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
En la imagen siguiente (Imagen 2), podemos apreciar cómo, además de ser
usado como estacionamiento improvisado de coches, emergen en el espacio
otras funciones: las paredes del fondo se utilizan como lienzos por artistas
callejeros, quienes estampan sus dibujos y firmas. Cuando se haga la plaza,
algunos de estos dibujos se integrarán en la nueva composición. La misma
imagen nos muestra otra cosa que no puede ser pasada por alto: en la esquina,
una rampa estandarizada colocada por el municipio, pensada para facilitar el
acceso a la acera de personas con sillas de ruedas, queda suspendida frente la
ausencia de baldosas. Lo que hay allí no es cemento, como se espera que haya
en los espacios por donde circulan transeúntes, sino tierra desprovista de la co-
bertura de hormigón y asfalto de la ciudad. En cierta manera, el estado de esa
esquina es una continuidad de la demolición de la casa. La rampa, desprovista
de acera, pierde su utilidad, y su presencia no hace más que anunciar un preci-
picio de tierra. Esta particularidad tal vez sea lo que haya permitido proyectar
sobre esa tierra una plaza. La subsistencia del diseño anterior se acoplará con el
(re)diseño de aquel nuevo «espacio de tiempo» (Deleuze, 1988) inscrito en
un porvenir que se intuye en las formas de ese presente vivo.
Imagen 2. Vista de rampa. Captura de pantalla, fotografía de Google Street View, julio 2015 © Google Inc.
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
En el blog Periódico Anarquía se pueden ver imágenes de lo que se denomina
«jornada de recuperación de la plaza» (Anónimo, 2015). Bajo las imágenes
del blog se encuentra el texto íntegro del volante repartido durante la jornada,
que da sentido y fundamenta la razón de aquella acción directa. Se titula Un
acto de desobediencia y dice lo siguiente:
«Una acción directa sería la realización de una iniciativa mediada por
una persona o grupo exterior. En el mundo actual, las personas van
perdiendo la capacidad de hacer por sí mismas, la capacidad de crear y
luego defender sus propios criterios. En cambio, “acción directa” es el
hacer de una persona o colectivo por sí mismo, sin necesidad o
intromisión de nadie ajeno. Admitiendo el aprender o ser influido por
otros, la acción directa niega la dependencia de agentes exteriores. Por
eso el concepto nos lleva directamente a la idea de libertad y de
responsabilidad. (...) Hoy le quitamos a una ciudad que nos anula un
cacho de tierra y un cacho de muerte. Hoy una esquina en ruinas se
levanta para arruinarles el juego a los poderosos. Hoy construimos un
pedazo de vida, un lugar para crear otro tipo de relaciones, un lugar para
compartir, mirarse a los ojos, jugar y así luchar, recuperando nuestro
tiempo y nuestro espacio. Una plaza puede ser solo eso, un cacho de
suelo y algún banco, un lugar para tomar y dejarse ver por la policía,
o puede ser una oportunidad única, una oportunidad de ser mejores, de
ser más libres y de aprender lo que queremos y cómo hacerlo»
(Fragmento de la convocatoria a la inauguración de la plaza titulado
Un acto de desobediencia).
En el texto, los convocantes articulan directamente un posicionamiento ideo-
lógico, expresado en el concepto de acción directa, con la materialidad de la
acción y su efecto: la plaza. Hablan de la vida, de la tierra y la muerte, también
de recuperar el espacio y el tiempo y de una confrontación con los poderosos.
En su declaración, insinúan, a pesar de pensar en una plaza, la emergencia de
otros modos posibles de habitarla que se diferencian de los modos habituales
(tomar algo, dejarse ver por la policía). Esas asociaciones muestran la diversi-
dad de cosas que hacen a ese colectivo y que subsisten como aquellas fuerzas
que son empleadas para construir «un pedazo de vida». Así, en esta conjun-
ción lo vivo juega un papel relevante para la producción de agenciamientos o
ensamblajes desde los que emergen las prácticas de diseño. La jornada de re-
cuperación reúne a varios jóvenes que se dedican a pintar, remover escombros,
levantar muros, diseñar asientos, plantar árboles y plantas. En las imágenes
recuperadas de Internet se pueden ver todas estas acciones (Imagen 3).
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
Imagen 3. Collage de imágenes de la recuperación de la plaza, extraídas de Periódico Anarquía, periodicoanarquia.wordpress.com
El 27 de febrero de 2016 a las 18.30 horas se inaugura la plaza Acción Di-
recta. En el flyer que circula anunciando la inauguración se dice lo siguiente:
«Seguiremos dándole vida, vamos a estar plantando». Inmediatamente se
invitaba a los asistentes a traer «una planta» (Imagen 4). Este discurso de
continuar dándole vida y aquella forma tan concreta de hacerlo (plantando)
se contrapone claramente al discurso de la revitalización generalmente esgri-
mido por los agentes especuladores que, en su afán de aumentar el valor del
suelo, proponen revitalizar barrios como si en ellos no hubiese previamente
vida (Casgrain y Janoschka, 2013). Pero también coloca la vida en el centro,
en este caso la vida vegetal, como memoria activa de por qué se hacen estas
acciones (Marder, 2013).
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
Imagen 4. Convocatoria a inauguración Plaza Acción directa, extraída de Periódico Anarquía, periodicoanarquia.wordpress.com
Si bien por lo general es una plaza escasamente habitada, en ella se han rea-
lizado diversas actividades como conciertos de rock. La plaza, como punto
de concentración, también ha sido escenario de manifestaciones callejeras.
Con motivo del desalojo del centro social ocupado La Solidaria, una de las
manifestaciones de protesta contra esta acción fue convocada precisamente
en la plaza. De esto da cuenta un periódico local:
«“No esperamos, no pedimos permiso, seguimos construyendo sueños
sobre ruinas”, dice una de las paredes de la plaza Acción Directa,
bautizada así no precisamente por las autoridades del Estado. Ayer, un
centenar de personas partió desde ese espacio público, en Paysandú y
Gaboto, para marchar por la avenida 18 de Julio hasta la plaza Libertad
y dejar allí un cartel que decía: “La libertad no conoce de propiedad”.
“No todo está en venta. ¡La Solidaria resiste!” decía la pancarta que
encabezó la movilización, que fue acompañada por el sonido de decenas
de chifles, bombas de estruendo y consignas contra la especulación inmo-
biliaria y el capitalismo» (No todo está en venta, 27 de abril de
2016).
36
Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
La proposición que rescata la nota de prensa («seguimos construyendo
sueños sobre ruinas») anuncia con claridad el programa de acción de aquel
colectivo hecho de anarquistas, de muros cedidos, de restos de escombros,
de graffitis, de pinturas, de palas, tierra y plantas, de consignas feministas, por
nombrar tan solo algunos de sus participantes. Se trata de un programa de
acción que ve en las ruinas de la especulación inmobiliaria la posibilidad de
construir otra forma de habitar la ciudad. Resulta curiosa la naturalización
que realiza el medio llamando a aquel sitio espacio público, cuando preci-
samente lo que está en juego es la cualificación del lugar (Delgado, 2005;
Correa, 2017).
En el blog refractarix.blogspot.cl de la Sociedad Ciclista Refractaria, en una
entrada subida el 22 de junio de 2017, se anuncian distintas actividades liga-
das al anarquismo en Montevideo y luego se invita a participar de los Tokes
marginales que se llevarán a cabo en la plaza Acción Directa. A raíz de esto se
dice:
«Os recordamos que en este momento se necesita arena y portland para
construir los bancos y obstruir así la entrada de camiones los domingos
en la feria (Ya que se usa de estacionamiento los domingos en la feria
Tristán Narvaja). También recordamos que la plaza no es un meadero
y cagadadero (sic)» (La Luce, 2017).
Aparece un conjunto de actores (los trabajadores de la feria) cuyas acciones
son vividas como amenazas para la continuidad existencial de la plaza. Aque-
llos ausentes que deben ser convocados (arena y portland, léase cemento),
tienen un propósito: construir bancos para una doble finalidad: por un lado,
servir como asientos y, por otro, detener el avance de los camiones que, los
domingos, día en que se instala el mercado de pulgas más grande de la ciudad,
utilizan el espacio como estacionamiento. Los bancos que deben construirse,
en tanto que virtual, al mejor estilo de un objeto frontera (Star y Griesemer,
1989), unen dos comunidades de prácticas, pero en vez de hacerlo en la
cooperación lo hacen en la competencia. En la siguiente fotografía (Imagen
5) podemos ver los bancos ya hechos: además de servir como asiento y como
barrera de detención de camiones, son ornamento a la vez que superficies de
inscripción de mensajes políticos.
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
37
Experimentando la ciudad y sus prácticas.
Imagen 5. Fotografía del diseño de los bancos de la plaza Acción directa, autoría propia.
El otro mensaje referido a la convivencia es el recordatorio de que la plaza no
es un «cagadero ni un meadero». Este recordatorio, que opera casi a modo
de advertencia, desvela otro tipo de acción que se realiza y que recuerda el
carácter vivo de nuestras prácticas urbanas y lo problemático que resultan sus
flujos en dichas relaciones, lo que Sloterdijk (2014) define como «merdocra-
cia». La plaza hoy (Imagen 6) dista mucho de esas interacciones creadoras de
lo vivo que se esperaban. No obstante, su simple presencia pone un parén-
tesis en la continuidad de la trama urbana e interpela los modos en los que
estamos haciendo ciudad. El árbol plantado en aquella jornada (imagen 3) ha
crecido, pero junto con este también lo ha hecho cierto abandono del espacio.
El diseño general de la plaza emerge como una forma que irrumpe y altera
el orden de lo sensible, haciendo hacer a otros, motivando, por ejemplo, la
escritura de este artículo. Pero también emerge como una forma de lo mismo,
pues si bien hubo un intento de radicalizar la producción de lo urbano, al fin
y al cabo lo que se hizo no fue más que una plaza, no pudiéndose imaginar
otras formas de espacios. Del mismo modo, tampoco se pudo resolver la
soledad de aquella rampa frente al vacío de una superficie lo suficientemente
lisa para poder circular sobre ruedas. Esto quizá se deba a cómo se concibe
aquella acción directa. La «acción directa» que proclama el colectivo expresa
un componente ideológico y político libertario, pero desconoce el trabajo de
38
Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
aquellos supuestos «agentes externos» en la conformación de aquel ensam-
blaje: las relaciones contra las que reaccionan y el trabajo que hace lo vivo en
ese espacio-tiempo.
Imagen 6. Fotografía panorámica de la plaza Acción directa, autoría propia.
Esto no es una plaza
Este ejemplo es distinto al anterior ya que se interviene sobre un pasaje
previamente trazado por las autoridades municipales sobre el que se resigni-
fica una nueva arquitectura mediante ciertos objetos de diseño. Es decir, se
trata de un pasaje en toda regla, aprobado por decreto del municipio y regido
bajo sus ordenanzas, cuya gestión corresponde a las autoridades y, por ende,
también lo hace su cuidado y mantenimiento. En cierta medida, es como si
esta experiencia de rediseño desobediente se inscribiera sobre una superficie
ya trazada y, desde esa sobreinscripción, desplegara una forma de urbanismo
a medida ajustado a las características de los usos y de los seres que cohabitan
ese entorno (niños, perros, adultos, jóvenes). Pero este ejemplo también ha-
bla de la ambigüedad identitaria de un espacio: hay una plazuela que no llega
a ser plaza, pero también hay un terreno privado sin construcción, y todo eso
forma la plaza que practican los vecinos (Figura 1).
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
39
Experimentando la ciudad y sus prácticas.
Figura 1. Plano de la plaza y descripción de las zonas y sus usos, elaboración propia a partir de imagen de mapa extraído de inventariociudad-
vieja.montevideo.gub.uy
Esta experiencia tiene otra particularidad: el colectivo que movilizará ciertos
cambios en ese espacio se forma gracias a la comunión que propician los
perros. A partir del encuentro diario entre vecinos que suelen ir con sus
mascotas a ese espacio (básicamente para que estas corran, jueguen, caguen
y meen —otra vez lo problemático de la gestión de los flujos—), se generó
cierto contacto y reconocimiento que no solamente potenció el acercamiento
entre los perros, sino también entre los vecinos. Como dice una de las vecinas
participantes:
«La motivación por esta plaza en particular fue por los perros. Nos
juntamos la gente que tiene perros, somos un montón. Y de a poco se
fueron generando inquietudes. Por ejemplo, había una boca de pasta base1
1 En Uruguay se llama «boca»
al sitio donde se venden drogas
aquí en la esquina y la verdad que eso nos tenía preocupados, porque
ilegales. Pasta base es una droga
sacar al perro significa que, si a las tres de la mañana el perro quiere salir,
de bajo costo elaborada con
residuos de cocaína y procesada
lo tenés que sacar. Entonces la seguridad de la zona era de las cosas que
con ácido sulfúrico y queroseno
hablábamos» (Entrevista a Lucía).
que se popularizó en Sudamérica
a mediados de los 2000
40
Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
La sociedad de perros y humanos creo la posibilidad de reflexionar y actuar
sobre aquel sitio que un par de años atrás era oscuro y sucio, y que se usaba
punto de venta de pasta base, una droga asociada al delito y la marginalidad.
Precisamente modificar este tipo de circulación y prácticas será el motor que
pondrá en marcha una serie de iniciativas que, primero desde el reclamo,
comenzarán a exigir acciones al municipio (Fung, 2000).
«Lo que pensamos fue: ya que esto no es una plaza, porque es un
descampado, y nadie se hace cargo de nada, dijimos, si lo vamos llevando
hacia cómo es una plaza, la gente se irá apropiando del espacio y todo
eso que nos hace sentir incómodos se irá moviendo a otros rumbos. Que
tampoco es lo ideal, lo lindo, lo que uno quiere, pero al final uno se
encarga del lugar en donde está» (Entrevista a Lucía).
La primera acción fue la creación de un grupo de WhatsApp que les permitió
comenzar a coordinarse, primero para exigir el alumbrado de la plaza (una
forma de persuadir a los traficantes de droga) y luego para organizar una
jornada de limpieza que a la postre sería la primera acción colectiva. Este
grupo de WhatsApp, integrado por 27 vecinos y denominado «placeros
grupo», supuso la producción de un nuevo agenciamiento que potenció la
acción colectiva en un plano de virtualidad organizativa. Esta tecnología les
permitió, actuando a distancia, realizar las primeras acciones, entre ellas acor-
dar encuentros con las autoridades municipales. Una vez reunidos con estas
instancias, los vecinos lograron convencerles de que alumbran la plaza, lo que
a la postre conllevó que la «boca» de pasta base desapareciera. En la prime-
ra reunión con el alcalde se explicitó que el espacio en cuestión no figuraba
dentro de las prioridades municipales:
«- Primero nos juntamos con el alcalde, que nos dijo: “Esto no es una
plaza”…
- “...esto es un pasaje, no es una plaza. Y esto es privado”. Entonces
directamente él dijo: “(...) tenemos 160 plazas dentro del municipio;
esto no está directamente dentro del plan. No existe. Recién que nos
juntamos con ustedes, comenzamos a saber que existe esto y veremos qué
podemos hacer”» (Fragmento de la conversación entre Lucía y Juan).
Una intervención realizada por el centro juvenil El Puente, una ONG espe-
cializada en el trabajo social con niños y jóvenes, les motivó realizar más cosas
aparte de reclamar seguridad. Esta ONG construyó una serie de bancos y me-
sas de cemento (Imagen 7), y la instalación del mobiliario produjo en torno a
sí una comunidad de práctica previamente inexistente: algunos trabajadores
de la zona, por ejemplo, comenzaron a almorzar en ese lugar. Este pequeño e
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
inspirador gesto inauguró la posibilidad de intervenir directamente el espacio
y provocar e imaginar otros usos posibles. Precisamente, una de las primeras
acciones de este grupo de vecinos consistió en organizar una primera jornada
de limpieza. El resultado de esa actividad les resultó tan gratificante que
enseguida comenzaron a pensar en otras acciones, y fue ese afán de hacer lo
que les condujo a buscar la ayuda de una fundación chilena llamada Irradia2,
2 Se trata de una fundación que
apoya iniciativas locales en
que financia iniciativas ciudadanas. Uno de los vecinos contactó directamente
contextos urbanos. Para más
con ella y obtuvo una respuesta favorable. Con el apoyo de la fundación, los
información ver htp://funda-
cionirradia.org/sobre-nosotros/
vecinos consiguieron dinero para pintar las columnas del alumbrado público,
que-es-irradia/
plantar árboles, reciclar bidones de agua para colocar bolsas de residuos y be-
bederos para perros, pintar una rayuela en el suelo y señalar una cancha para
jugar a la pelota (Imagen 8).
Imagen 7. Fotografía bancos elaborados por ONG El Puente, plaza El canillita, autoría propia.
Imagen 8. Collage de jornada de readecuación de la plazuela hechas con imágenes cedidas por “placeros grupo”.
42
Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
La financiación de Irradia implicó también la colocación de un cartel en el
que figuraba el nombre del patrocinador de la actividad y, por primera vez,
el nombre dado por los vecinos al lugar: plaza El Canillita (Imagen 9). Este
nombre se superpone a aquel otro dado por las autoridades: plaza Organi-
zación Libre del Trabajo. El nombre elegido por los vecinos en este nuevo
bautizo rinde homenaje al Sindicato de Canillas3 que se ubica en el mismo
3 En Uruguay se le llama «ca-
nilla» a la persona que vende
predio de la manzana (Fig. 1). Pero el cartel dice además: «Bienvenidos a
diarios y revistas. El nombre
nuestra plaza», dando cuenta de un nosotros que se encarga del lugar, una
tiene su origen entre principios
y mediados del siglo XX, cuando
suerte de autoría y apropiación que organiza la acción, algo que se distancia
quienes vendían los periódi-
cos eran muchachos, niños y
claramente del otro ejemplo donde el anonimato es una acción política en sí.
púberes que vestían pantalones
¿Cómo leer este gesto de apropiación de la plaza? Localizar la autoría de una
cortos dejando al descubierto las
canillas de sus piernas. Por esta
plaza y nominarla «nuestra plaza» muestra un movimiento de apropiación
razón comenzaron a llamarles
identitaria. Atribuirse la creación de una plaza en el sentido expuesto camina
«canillitas»”, nombre que se
en la línea de vincular el diseño de una plaza a la acción de un sujeto colec-
mantuvo con una pequeña
tivo, pero sujeto a fin de cuentas. El concepto de colectivo que sostiene el
modificación cuando el trabajo
infantil fue regulado, perdiendo
análisis de estos casos pretende hacer visibles las disposiciones heterogéneas
así el diminutivo.
de creación para poder pensar cómo ciertos modos habituales de practicar la
acción colectiva parasitan una concepción de lo colectivo y de lo común que
va más allá de lo humano.
Imagen 9. Fotografía cartel plaza “El canillita”, fotografía cedida por “placeros grupo”.
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
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Experimentando la ciudad y sus prácticas.
La última acción colectiva llevada a cabo en este espacio ha sido la colocación de
cinco bancos. La iniciativa de colocarlos surge cuando uno de los participantes
observa, en otro barrio próximo, un tipo particular de mobiliario urbano diseñado
por Equipamiento Urbano Itinerante, en el marco del proyecto Veredas de Me-
moria Futura4. La construcción de dicho mobiliario es una iniciativa ideada por
4 Se trata de un emprendimiento
artístico urbanístico que promue-
el diseñador Santiago Cola. En conversaciones con él se plantea la idea de instalar
ve la creación de El barrio de las
un tipo particular de banco cuyo diseño modular permite, según cómo se instale,
Artes, en el antiguo Barrio Sur de
la ciudad, apoyado por inversores
generar diferentes tipos de usos. Este diseño fue presentado por el diseñador a un
privados.
fondo concursable del Ministerio de Educación y Cultura obteniendo financia-
miento, de ahí que lo único que los vecinos debían cubrir era el costo de fijarlos
al suelo. Para obtener los fondos necesarios solicitaron ayuda al municipio, que
aceptó apoyarles con materiales y herramientas. Para su colocación, los vecinos
trabajaron durante un fin de semana. Como los bancos cuentan con un diseño
previo que cambia levemente en función de cómo se los coloque, los vecinos
tuvieron que escoger su posición y distribución en el espacio (Imagen 10). Estas
relaciones muestran las dificultades que supone la invención o el acto creativo
debido a la coexistencia de otras relaciones, las cuales diagraman el campo del
diseño; con instituciones, de mercado, con agencias públicas, con diseños estan-
darizados que conforman los paisajes de la acción y que, paradójicamente, son
sus propias condiciones de existencia. En definitiva, acciones que disminuyen el
potencial de experimentación. No obstante, a pesar de la rigidez de estas relacio-
nes, existe laposibilidad de ponerlas en suspenso y orientar el diseño y las acciones
hacia formas novedosas de componer el colectivo. Ahora este grupo proyecta e
imagina otras acciones: hablan de diseñar juegos infantiles no convencionales o
de instalar una pantalla de cine para proyectar películas al aire libre.
Entre impulsos individuales, conversaciones colectivas, participación de
terceros como la Fundación Irradia y Equipamiento Urbano Itinerante, y con
el acompañamiento del Municipio B, la plaza va adquiriendo forma, esa plaza
que no era tal y que no se encontraba dentro de los planes de las autoridades.
Viendo este panorama, ¿estamos frente a un caso de desobediencia permitida?
Se cambia el nombre del espacio, se interviene independientemente de cuál es
la diagramación oficial, se construye sobre esta sin permisos ni autorizaciones
previas, pero utilizando recursos y equipamientos municipales. ¿Será un caso
de desobediencia permitida facilitada por la promoción de la participación por
parte de las autoridades municipales? ¿No será una consecuencia directa del
paradigma participativo que produce el vecino ideal y que su actuación sea parte
del guión prescrito por esa tecnología social (Akrich, 1992)? ¿No están estos ve-
cinos próximos a esa imagen buscada, de ahí que las autoridades sean permisivas
con su desobediencia? ¿Acaso el punto de partida no ha sido la eliminación de la
boca de pasta base, un ejemplo de policía social impulsada desde una práctica de
diseño urbano hecho desde abajo?
44
Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
Imagen 10. Fotografía bancos Equipamiento Urbano Itinerante, autoría propia.
La ciudad sensible como modo de subsistencia en la ciudad trazada
Los ejemplos muestran cómo diferentes grados y modos de desobediencia se
despliegan al (re)diseñar el entorno inmediato que habitan. Algunas de estas
formas son explícitas, otras se presentan como verdaderas tácticas de persua-
sión que les permiten lograr los objetivos que se plantean (Mould, 2014; Silva,
2016). Por lo pronto, ambas experiencias muestran formas de acción e inicia-
tivas distintas a las del gobierno y el orden técnico especializado, aunque no
discontinuas. En el primer caso es clara la autonomía respecto a aquel ordena-
miento, prescindiendo en todo momento de las autoridades gubernamentales
y técnicas, buscando incluso la confrontación como modo de hacer visible el
conflicto que encarnan (Hou, 2010; Adams y Hardman, 2014). Por su parte,
en el caso de El Canillita vemos un trabajo de frontera que constantemente
busca el diálogo con el municipio y ciertos grados de experticia (al recurrir
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
45
Experimentando la ciudad y sus prácticas.
al diseñador de los bancos o al asesoramiento de la fundación Irradia); no
obstante, el colectivo posiciona autónomamente para proyectar el diseño del
espacio, siendo el vínculo buscado sobre todo instrumental y siempre desde su
condición de ciudadanos comprometidos con la transformación del espacio
(Fung, 2000). La radicalidad de ambas iniciativas reside, precisamente, en la
convicción de que los colectivos son hacedores de realidad y poseen la capaci-
dad intrínseca de modificar las fisonomías de sus respectivos mundos circun-
dantes (Von Uexküell, 2016). Además, a esto se suma la capacidad inventiva
de generar acontecimientos que contribuyen a ese trabajo performativo de
producción sensible del espacio (Becerra Lodoño, 2003; Di Siena, 2009).
En los diseños analizados no solo se trata de sumar objetos al mundo, sino
también de inventar relaciones y posibles prácticas para soportar sus existen-
cias e interconexiones (Denis y Pontille, 2015). Como vimos, los diseños,
novedosos o importados, propios o ajenos, tienen un papel relevante en tanto
que se incorporan a una red de relaciones abierta y prefigurada. En el primer
caso lo que resulta desobediente es el diseño general de toda la plaza, la que
«se levanta sobre las ruinas de la especulación inmobiliaria», mientras que
en el segundo lo que se produce es una red de diseños que, en conjunto,
producen esta suerte de desobediencia tutelada (se desobedecen los límites
del trazado del espacio, así como su nominación, pero se solicitan permisos y
materiales al municipio). Esta forma tutelada es importante para comprender
que la desobediencia es gradual, pero, sobre todo, siempre relacional, y que se
configura como efecto a partir de una autoridad ausente o presente, negada
o tachada, descentrada o centrada sobre la cual hay que tensar. Esta tensión
produce un plano sobre el que se trazará el diseño. Nos gusta imaginar que, en
el segundo caso, estamos frente a una autoridad «desplazada», una autoridad
hecha a un lado y a la que se le quita la plaza por no merecerla, precisamen-
te para poder practicar esa plaza que imaginan y viven los vecinos a diario.
Mientras que en el primer ejemplo suponemos una autoridad «arruinada», de
ahí que sobre sus ruinas se proyecte el mundo que se imagina. El diseño juega
un papel clave en estas formas de corrimiento y relación con la autoridad; el
diseño no solo es la acción desobediente, sino el agente que posibilitará man-
tener en el tiempo dicha acción (Latour, 1998), componiendo la ecología de
prácticas requerida para su despliegue y apertura. Continuidad de diseños (de
bancos, de plazas, de jardines) y continuidad de autoridades (desplazadas o
arruinadas, pero autoridades al fin y al cabo y, aunque ausentes, parte del tejido
de esas prácticas) marcan las relaciones indisociables del campo de tensión
que constituye el urbanismo desde abajo. De este modo, las desobediencias
desplegadas quedan inscritas en relaciones cambiantes e híbridas, siendo estos
ensamblajes de desobediencia formas de interrogación que nos posibilitan
pensar, paradójicamente, a qué obedecen esas desobediencias.
46
Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.
En esta dirección, resulta curioso cómo el esquema de imaginación de ambos
casos empieza y acaba en una plaza. ¿Qué hace que no puedan imaginar otras
formas novedosas y radicales de hacer espacio, de hacer ciudad? ¿Cómo un
colectivo anarquista acaba diseñando una plaza no muy distinta, en esencia,
a la que diseñaría cualquier urbanista, y cómo un colectivo de vecinos que
quieren hacer una plaza pensando en la convivencia acaba trayendo muebles
relacionados con un emprendimiento artístico cultural como Memoria Fu-
tura, ligado directamente a un proyecto de especulación inmobiliaria? Estas
coexistencias insisten en mostrar una suerte de lógica espacializada del pen-
samiento, el modo en que este es emplazado, siendo el pensar plazas el límite
del propio pensamiento, y cómo ese emplazamiento acontece en un campo
de relaciones continuas. La pregunta clave es: ¿qué están pudiendo producir,
y cómo, estos modos de vida singulares que se despliegan en estas acciones de
urbanismo? Precisamente de esto va lo que denominamos urbanismo desde
abajo: de la posibilidad de poder ponerse abajo para ver el medio, es decir,
para ver aquellas relaciones de continuidad y discontinuidad, de dispersión y
de concentración, de hibridación y de purificación que acontecen en la trama
viva de la ciudad y que posibilitan otras formas de urbanismo desde los ac-
tores implicados (Bell y Binnie, 2004; Bradley, 2015; Lydon y Garcia, 2015;
Talen, 2015; Ferrer. 2016).
En el urbanismo desde abajo coexisten dos formas de ciudad: la ciudad tra-
zada y la ciudad sensible. No se trata de dos formas contrapuestas y antagóni-
cas, sino de dos planos y racionalidades prácticas distintas. En cierta medida,
la ciudad trazada es un modo de sensibilidad que se adjudica la capacidad de
reinventar y alterar los mundos circundantes de los seres que pueblan una
ciudad cualquiera. Desobedecer el trazado supone reinventar nuevos trazos,
ya sea sobreinscribiendo la superficie previamente dibujada o produciendo
nuevas figuras sin desconocer el carácter rizomático del urbanismo (Deleuze,
2004). Por su parte, la ciudad sensible se hace de acciones que se inscriben
en los ensamblajes que conforman lo urbano. En su hacer, se compone de
múltiples planos y fuerza un desplazamiento creativo y a la vez crítico de los
diseños ya trazados, que destierra, rasga y fisura un modo habitual y dogmá-
tico de percibir y de vivir la relación con el territorio. Así, el urbanismo desde
abajo se presenta como una posición problemática y metodológica para po-
der comprender y hacer visible el diálogo entre la ciudad trazada y la ciudad
sensible y sus efectos de producción.
Inmaterial 05. Urbanismo desde abajo.
47
Experimentando la ciudad y sus prácticas.
Conclusiones
Experimentar la ciudad no es solo hacerla más tangible, sino, sobre todo, más
imaginable. Una ciudad más imaginable es aquella que puede ser rediseñada
infinitas veces, que se aventura a crear diversas imágenes del mundo, pero
también es aquella que aloja y produce mayor grado de singularización y
multiplicidad en sus modos de hacer-pensar, en los objetos y experiencias
que genera y que circulan por sus calles. En nuestros ejemplos, la desobedien-
cia emerge como un efecto de esas relaciones sensibles, pudiendo devenir
un dispositivo para la transformación de la vida urbana. Estas posibilidades
creativas pasan por el (re)diseño en distintos grados, desde pequeños gestos
más o menos tangibles hasta la creación de paisajes y visiones no dogmáticas
de los mapas de la ciudad, provocando incluso la perforación de las trazas del
lenguaje, la cultura y la mirada histórica de la vida de los humanos.
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Gonzalo Correa
Rodrigo Gómez Angelero
Instituto de Psicología Social / Universidad de la
Instituto de Psicología Social / Universidad de la
República, Montevideo (Uruguay)
República, Montevideo (Uruguay)
Doctor en Psicología Social por la Universitat Au-
Estudiante de la licenciatura en Psicología, Univer-
tònoma de Barcelona. Actualmente es director de
sidad de la República, participa en la práctica In-
la Maestría en Psicología Social de la Universidad
novación y Experimentación Social. Ha integrado
de la República y profesor adjunto del Instituto de
distintos Laboratorios de arte escénico y técnica
Psicología Social de dicha universidad. Coordina-
Alexander.
dor del proyecto y del seminario Variaciones de la
E-mail rgomezangelero@gmail.com
carne. Colaborador externo del Barcelona Science
and Technology Group (STS-b).
E-mail: gcorrea@psico.edu.uy
Lisete Grebert Dearmas
Instituto de Psicología Social / Universidad de la
República, Montevideo (Uruguay)
Licenciada en Psicología y Magíster en Psicología
Social por la Universidad de la República. Su in-
vestigación se ha centrado en el campo de la locura
y del pensamiento desde una perspectiva política
y afectiva. Es docente del Instituto de Psicología
Social de la Universidad de la República, perte-
neciendo al programa académico Estudio de las
formaciones subjetivas.
E-mail: lgrebert@psico.edu.uy
Fecha de recepción del artículo: 10 de Marzo de 2018
Fecha de aceptación del artículo: 22 de Mayo de 2018
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Inmaterial 05. Gonzalo Correa, Lisette Grebert, Rodrigo Gómez.