Recibido: 01.02.2020
Aceptado: 29.04.2020
Publicado: 30.06.2020
Cómo citar este artículo:
Rowan, J., 2020. Erótica, vínculos y diseño: epistemologías de cuidado.
Inmaterial. Diseño, Arte y Sociedad, 5(9), pp. 41-60
Erótica, vínculos e
interdependencia.
Diseños de cuidado
Jaron
Rowan
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Inmaterial 09
Erótica, vínculos e interdependencia. Diseños de cuidado
Artículo original
Resumen
La modernidad europea ha dejado tras de sí una tradición cartesiana, racionalista, dualista, mecanicista
y positivista que ha escindido la natura de la cultura, los objetos de los sujetos, las artes de las ciencias o
la epistemología de la ontología. En el siguiente artículo se exploran los límites epistémicos de esta tra-
dición, ahondando en la erótica como modo de aprender/hacer vínculos y permitir conexiones entre
humanos y no humanos. Estos vínculos establecen principios de interdependencia y de cuidados. En el
artículo se evalúa la importancia de la objetividad, la crítica y la estica en cuanto formas privilegiadas
de pensamiento, evidenciando los décits que estas operaciones conllevan para el diseño contemporá-
neo, entendido como una práctica ontológica. La erótica se presenta así como una manera de hacerse
cargo / cuidar de un mundo material que necesita escapar de las dicotomías y fragmentaciones que de-
jan tras de sí la modernidad ilustrada y la racionalidad instrumental.
Palabras clave: erótica, epistemologías, cuidados, interdependencias, amor romántico.
Resumen
La modernidad europea ha dejado tras de sí
una tradición cartesiana, racionalista, dualis-
ta, mecanicista y positivista que ha escindido
la natura de la cultura, los objetos de los su-
jetos, las artes de las ciencias o la epistemo-
logía de la ontología. En el siguiente artículo
se exploran los límites epistémicos de esta
tradición, ahondando en la erótica como
modo de aprender/hacer vínculos y permitir
conexiones entre humanos y no humanos.
Estos vínculos establecen principios de in-
terdependencia y de cuidados. En el artículo
se evalúa la importancia de la objetividad, la
crítica y la estética en cuanto formas privi-
legiadas de pensamiento, evidenciando los
décits que estas operaciones conllevan para
el diseño contemporáneo, entendido como
una práctica ontológica. La erótica se pre-
senta así como una manera de hacerse cargo
/ cuidar de un mundo material que necesita
escapar de las dicotomías y fragmentaciones
que dejan tras de sí la modernidad ilustrada y
la racionalidad instrumental.
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Resumen
La modernidad europea ha dejado tras de sí una tradición cartesiana, racionalista, dualista, mecanicista
y positivista que ha escindido la natura de la cultura, los objetos de los sujetos, las artes de las ciencias o
la epistemología de la ontología. En el siguiente artículo se exploran los límites epistémicos de esta tra-
dición, ahondando en la erótica como modo de aprender/hacer vínculos y permitir conexiones entre
humanos y no humanos. Estos vínculos establecen principios de interdependencia y de cuidados. En el
artículo se evalúa la importancia de la objetividad, la crítica y la estica en cuanto formas privilegiadas
de pensamiento, evidenciando los décits que estas operaciones conllevan para el diseño contemporá-
neo, entendido como una práctica ontológica. La erótica se presenta así como una manera de hacerse
cargo / cuidar de un mundo material que necesita escapar de las dicotomías y fragmentaciones que de-
jan tras de sí la modernidad ilustrada y la racionalidad instrumental.
Palabras clave: erótica, epistemologías, cuidados, interdependencias, amor romántico.
Palabras clave: erótica, epistemologías, cuidados,
interdependencias, amor romántico.
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Erótica, vínculos e interdependencia. Diseños de cuidado
Artículo original
Abstract
e legacy we have inherited from European modernity is a Cartesian, rationalistic, mechanistic and
positivist world. Nature and culture have been divided, the same has happened for objects and subjects,
art and science or epistemology and ontology. e following paper explores some modern epistemic li-
mits, and introduces erotics as a way to learn/make bonds and enable connections among humans and
non-humans. ese bonds signal relations of interdependency and care. Analyzing the importance of
objectivity, critique and aesthetics as privileged sources to aain knowledge, we will also explore some
of their outcomes in relation to contemporary design, understood as an ontological practice. Erotics is
considered as a way in which to make sense/care of a material world that needs to escape from the di-
chotomies and splits inherited from the enlightened modernity and instrumental rationality.
Keywords: erotics, epistemologies, care, interdependencies, romantic love.
Abstract
e legacy we have inherited from Euro-
pean modernity is a Cartesian, rationalistic,
mechanistic and positivist world. Nature
and culture have been divided, the same has
happened for objects and subjects, art and
science or epistemology and ontology. e
following paper explores some modern epis-
temic limits, and introduces erotics as a way
to learn/make bonds and enable connections
among humans and non-humans. ese
bonds signal relations of interdependency
and care. Analyzing the importance of objec-
tivity, critique and aesthetics as privileged
sources to aain knowledge, we will also ex-
plore some of their outcomes in relation to
contemporary design, understood as an on-
tological practice. Erotics is considered as a
way in which to make sense/care of a material
world that needs to escape from the dichoto-
mies and splits inherited from the enlighte-
ned modernity and instrumental rationality.
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Abstract
e legacy we have inherited from European modernity is a Cartesian, rationalistic, mechanistic and
positivist world. Nature and culture have been divided, the same has happened for objects and subjects,
art and science or epistemology and ontology. e following paper explores some modern epistemic li-
mits, and introduces erotics as a way to learn/make bonds and enable connections among humans and
non-humans. ese bonds signal relations of interdependency and care. Analyzing the importance of
objectivity, critique and aesthetics as privileged sources to aain knowledge, we will also explore some
of their outcomes in relation to contemporary design, understood as an ontological practice. Erotics is
considered as a way in which to make sense/care of a material world that needs to escape from the di-
chotomies and splits inherited from the enlightened modernity and instrumental rationality.
Keywords: erotics, epistemologies, care, interdependencies, romantic love.
Keywords: erotics, epistemologies, care,
interdependencies, romantic love.
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Erótica, vínculos e interdependencia. Diseños de cuidado
Artículo original
You disturb my natural emotions
You make me feel I’m dirt and I’m hurt
And if I start a commotion
I’ll only end up losing you and that’s worse
Ever fallen in love with someone
Ever fallen in love, in love with someone
Ever fallen in love, in love with someone
You shouldn’t have fallen in love with
THE BUZZCOCKS, Ever Fallen in Love
(With Someone You Shouldn’t’ve)
—Bueno —decía Marcia—, sin transgre-
sión no hay mucho conocimiento, ¿no os
parece?
—¡Dios mío! —exclamó Lou Levov—. Eso
no lo había oído jamás. Perdone, profesora,
pero ¿de dónde ha sacado esa idea?
—De la Biblia, para empezar —respondió
Marcia en un tono delicioso.
—¿La Biblia? ¿Qué Biblia?
—La que empieza con Adán y Eva. ¿No nos
lo cuentan así en el Génesis? ¿No es eso lo
que nos dice el relato del jardín del Edén?
—¿Qué? ¿Qué es lo que nos dice?
—Que sin transgresión no hay conocimiento.
PHILIP ROTH, Pastoral americana
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La Europa moderna intentó imponer al resto del
mundo un marco epistémico muy especíco: la
racionalidad instrumental (Horkheimer, 2000).
Esta forma de conocer la realidad y hacerse cargo de
ella combina tres modos de pensamiento osten-
siblemente diferentes: la objetividad, la crítica y
la estética. A mediados del siglo XIX, en el con-
texto de las ciencias naturales se fue deniendo la
objetividad, es decir, la instauración de protocolos
y herramientas con el n de crear una distancia
prudente entre objeto y sujeto. Las ideas del sujeto
no podían interferir en ningún momento sobre las
cualidades del objeto (Daston y Galison, 2010).
En paralelo se fue forjando la crítica, basada en un
principio de desconanza hacia el objeto observado
para así desvelar los rastros de ideología que este
contiene (Felski, 2015). Por último, hemos hereda-
do la estética, que en cuanto forma de pensamiento
se ha especializado en entender cómo percuten
afectivamente los objetos en la subjetividad de las
personas (Eagleton, 2006). De esta manera, segui-
mos operando con esquemas de la comprensión de
la realidad modernos cuando los problemas a los
que nos enfrentamos son cada vez más complejos.
Problemas que claramente escapan a los marcos de
comprensión proporcionados por la modernidad.
No arriesgamos mucho al sostener que nuestras
formas de pensar y entender la realidad tendrán
implicaciones directas en los objetos y mundos que
somos capaces de diseñar. Y, como bien argumentó
Latour (1990), los objetos, las tecnologías, los dis-
positivos materiales que diseñamos jan ideas en el
tiempo, haciendo que las sociedades se prolonguen,
sean duraderas. Cada objeto de diseño perpetúa
una cosmovisión especíca. Aun así, el mundo mo-
derno que venimos perpetuando está siendo puesto
en crisis tanto por movimientos críticos como por
fenómenos que escapan a los límites de inteligibi-
lidad que nos proporcionó la modernidad. Existen
algunos ejemplos claros de ello: el calentamiento
global, los movimientos decoloniales, la crítica
feminista a la economía, las teorías posthumanistas,
etc. Según nos recuerda Arturo Escobar (2018, p.
67), “en términos ontológicos, la crisis que vivimos
es la crisis de un mundo particular o de formas
concretas de hacer-mundo, las formas dominantes
de hacer de la modernidad europea (capitalismo,
racionalismo, liberalismo, secularismo, patriarcado,
blanco, etc.)”. De este modo, gran parte de los obje-
tos del diseño contemporáneo siguen impregnados
de ideas y categorías modernas, como los escáneres
de los aeropuertos diseñados en clave de género
binario (Costanza-Chock, 2018), sistemas de in-
teligencia articial que se nutren de bases de datos
de origen colonial
1
y un sinfín de objetos de diseño
ciertamente controvertidos (Monteiro, 2019).
Venimos de una tradición cartesiana, racionalista,
dualista, mecanicista y positivista que ha escindido
la natura de la cultura, los objetos de los sujetos,
las artes de las ciencias o la epistemología de la
ontología (Latour, 1986). Y es que con la llegada
masiva de objetos a Europa durante los siglos XVII
y XVIII —ya fuera fruto de los expolios coloniales,
de la fabricación industrial, o de las innovaciones
cientícas que nos permitieron ver objetos inaudi-
tos—, la Ilustración europea se propuso neutralizar
el poder de las cosas nombrándolas, catalogándolas,
diseccionándolas, objetivándolas y archivándolas
(Foucault, 1994). Las cosas se sometieron a la obje-
tividad, la crítica o el juicio estético como forma de
contener los mundos que estas podían desplegar y
que a los europeos modernos parecían intimidar. La
racionalidad instrumental se convertiría en un buen
bálsamo para acallar la magia de las cosas, para crear
una barrera infranqueable entre sujetos y objetos.
Así, nos acostumbramos a tratar realidades com-
plejas e interdependientes como si fueran unidades
discretas: nos distanciamos de las cosas, las desaten-
dimos, rompimos las cadenas de cuidados.
1
Como sostiene Flavia Dzodan:
<hps://soundcloud.com/sonicacts/saf19-aviadzodan-audio>.
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Erótica, vínculos e interdependencia. Diseños de cuidado
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Los tres modos de interrogación de la realidad que
hemos heredado —la objetividad, la crítica y la es-
tética— se han empezado a poner en crisis en cuan-
to sistemas epistémicos hegemónicos, ya sea desde
la denominada “ontología orientada al objeto
2
, que
preconiza que hay algo del objeto que nunca podre-
mos llegar a saber (Morton, 2013; Harman, 2010);
los nuevos materialismos, que desconfían de la idea
del objeto como cosa inerte (Benne, 2010); la
división ontológica sujeto/objeto (Barad, 2007),
o los feminismos, que nos instan a ver vínculos e
interdependencias donde antes solo veíamos límites
entre especies, sujetos y objetos (Haraway, 2016).
Y si bien es verdad que desde la ontología orientada
al objeto se ha revalorizado la estética como forma
de hacerse cargo de la realidad, observamos que se
hace un uso de esta noción que podría dar pie a una
genealogía nueva, ya que se distancia de manera
notable de los presupuestos estéticos de Baumgar-
ten o Kant, quienes han sido castigados a pensar
en el rincón del correlacionismo (Meillassoux,
2008). Estos cambios en los modos de pensar/
hacer mundo no han tardado en llegar al ámbito del
diseño, donde autores como Arturo Escobar (2018)
nos exhortan a ahondar en un diseño que promueva
las interdependencias y la creación de pluriversos.
Aun así, el peso de la modernidad es grande, por lo
que dejar de pensar/hacer partiendo de categorías y
escisiones parece un reto para quien ha aprendido a
racionalizar, criticar y negar la magia y la capacidad
de afectación de los objetos sobre nuestros cuerpos.
1. Una erótica epistémica
Como bien indica Escobar (2018, p. 64), “desde el
pensamiento contemporáneo, se ha realizado un
esfuerzo por buscar formas de reconectar la cultura
con la natura, los humanos con los nohumanos,
desde una variedad de propuestas e investigacio-
nes variadas y complejas”. Es siguiendo esta estela
y en este contexto que en el siguiente artículo se
propone la erótica, una manera de pensar/hacer
que nos permita conciliar y suturar algunas de las
fracturas epistémicas heredadas de la modernidad.
Un marco de disposiciones y propensiones que nos
lleven a enredarnos y establecer intimidades con
objetos, plantas, minerales y animales. Una reivin-
dicación de la erótica no como un ejercicio sexual,
sino como la constancia de aquello que te impulsa
a salir de ti mismo (Bataille, 2013). La erótica que
nace de la atracción hacia lo otro, hacia el o la otra.
La erótica que nace de la curiosidad, del interés,
de la fascinación hacia algo que no eres tú mismo.
Una erótica que desdibuja límites y fronteras entre
el yo y el mundo. Una erótica entendida como una
inclinación, una búsqueda, una vía de salida de
los estrechos connes del yo. La erótica que nos
impulsa hacia eso que brilla, que nos guiña, hacia
el “allure” de las cosas (ri, 2010), hacia aquello
que tenemos claro que no es una parte de nosotros.
De este modo, la erótica constituye el primer paso
para bajar la barrera imaginaria que hemos esta-
blecido entre nosotros mismos y el mundo. Es un
primer paso de cara a reconciliarnos con el mundo
que nos rodea. Es el gesto de aceptar que no pode-
mos ser sin lo/los demás: un paso hacia esa interde-
pendencia radical de la que nos habla Escobar; una
inclinación hacia la necesidad de establecer vínculos
con seres no humanos, como nos exige Haraway
(2016), de ensamblarse en redes complejas, según
reivindica Latour (2008).
2 En esta tradición losóca se utiliza la noción de “objeto” de forma extensa. Por ejemplo,
Graham Harman (2010, p. 147) explicita en su trabajo: “El término objeto se usará en su
sentido más amplio para designar cualquier cosa que tenga algún tipo de realidad unitaria. Un
objeto” puede referirse a árboles, átomos y canciones, igualmente puede designar ejércitos,
bancos, tiendas de deporte y personajes de cción. Algunos objetos serán reales en el sentido
cotidiano de tener una realidad física externa, pero otros puede que no la tengan. El pato
Donald no es menos objeto que un pilar de granito.
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Recuperamos una noción de “erótica” que busca
escapar de los límites de la interpretación freudiana,
que articula la erótica con la sexualidad —ergo,
como un ejercicio de represión—, para dar espacio
a genealogías feministas de la erótica, entre las que
destacan las desarrolladas por autoras como Audre
Lorde. Si la crítica, la estética y la objetividad nacen
para neutralizar el poder que tienen los objetos so-
bre los sujetos, Lorde, por su parte, ve en la erótica
un espacio de recuperación de poderes que han
sido suprimidos. Ella reivindica la erótica como “un
recurso en nuestro interior que se ha sumergido en
un plano profundamente espiritual y femenino, con
raíces profundas en el poder proveniente de los sen-
timientos que no hemos reconocido o sabido expre-
sar
3
(Lorde, 1984, p. 87). Desde esta perspectiva, la
erótica nos conduciría a volver a conar en modos
de conocimiento no racionales, sensibles; a ahon-
dar en lo caótico, en lo afectivo, como camino para
aceptar las formas de poder que tienen los objetos,
permitir que aoren vínculos que no pasan por la
crítica, por la objetividad, por la razón instrumental.
Perder la erótica nos lleva hacia cierta desafección o
distanciamiento para con las cosas. De esta manera,
Lorde reivindica el eros de la erótica, el amor como
forma de potencia, de producción de vínculos.
Aceptar las emociones pese a su ambivalencia.
Políticamente, la erótica puede ser complicada, ya
que no rechaza ni discrimina tipos de supercies,
de cadencias, de sonidos, de colores, de formas,
de palabras. No discrimina entre lo sensual y lo
intelectual. Entre el objeto y el sujeto. Entre dentro
y fuera. Nos arroja a conocer. A acercarnos a aquello
que nos atrae. A tocar, lamer, oler, abrazar, pesar,
medir, morder; a entrar en relación con algo que
sabemos que no somos nosotros mismos. Por eso en
la erótica siempre hay transgresión (Bataille, 2013).
Transgredir es romper límites, marcos morales,
3
Soy consciente de que para ciertas facciones del feminismo contemporáneo la idea de que
haya algo intrínsecamente “femenino” resultará controvertida, pero el artículo en cuestión se
escribió en 1978 y fue publicado en 1984. Dejemos que el tiempo suture ciertos debates.
expectativas o disciplinas. Cuenta el mito que Eva
fue expulsada del parso por dejarse llevar por la
curiosidad, por transgredir una norma, en este caso,
por hacerse con la manzana del conocimiento. Indis-
ciplinada, recibió su castigo. Por ese motivo se recu-
pera aquí el llamamiento a la indisciplina en el que
hemos ahondado en otro lado (Camps y Rowan,
2019). Transgredir no como subversión juvenil
4
,
sino como la voluntad de evidenciar la fragilidad
de los límites. Como acto consciente de rebasar
ciertos connes para abrir nuevas relaciones. La
transgresión erótica implica aceptar que uno no es
autosuciente. Que a uno le atrae el poder del dos.
Del tres. De lo múltiple. Que, frente a la fantasía de
la individualidad (Hernando, 2018), siempre fuimos
multitud. La erótica impulsa nuestra atención hacia
aquello que nos rodea y nos cautiva, nos invita a ser
con más. La erótica precede al amor. A la fusión. En
ese sentido es poco racional, no compartimentaliza,
sino que busca fundir, confundir los sentidos
5
. Dejar
de ser yo para pasar a ser un “nosotros. Así la erótica
encamina el deseo. Precede al amor, que es una for-
malización posible del vínculo con el otro/a/e. Eró-
tica, deseo y amor: un continuo afectivo que desafía
lo objetivo, la crítica y la estética, que contrapone la
presencia a la representación.
Podemos establecer que, epistémicamente, la
erótica es una máquina para señalar vínculos. Nos
obliga a salir del yo y a entender que siempre fuimos
un “nosotros”. Nos saca de un cierto solipsismo y
nos arroja hacia lo otro. Nos prepara para el amor,
para el eros. Es imposible pensar que existe un yo
sin vínculo, sin articulación con algún tipo de otro,
ya sea humano o no humano, vegetal, mineral o
animal. Esto nos acerca a la ontología relacional de
Haraway, en el que las cosas no preexisten a sus rela-
4
Enseguida nos vienen a la cabeza las primeras canciones de Extremoduro, publicadas bajo el
enunciado “Rock transgresivo”.
5
Agradezco a Ramon Rispoli que me hiciera reparar en esta tensión entre la razón y la
confusión. Como bien señala, dicha tensión entronca con la dicotomía entre logos y pathos del
pensamiento clásico.
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Erótica, vínculos e interdependencia. Diseños de cuidado
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ciones. En esta misma idea ahonda Maria Puig de la
Bellacasa (2017, p. 4) cuando deende que hay que
entender “la interdependencia como un estado on-
tológico en el que humanos y una innidad de otros
seres viven sin poder evitarlo. La erótica, entendida
epistémicamente, es una máquina para iluminar vín-
culos. Antecede al amor, que cuando se estropea se
torna una máquina de posesión
6
. Esa es su ambiva-
lencia: puede servir para señalar interdependencias
o legitimar formas de posesión. Por eso la erótica es
tan peligrosa, y por eso implica transgresión. Nos
empuja hacia cuerpos, cosas y lugares con los que
no siempre es deseable establecer un vínculo, pues
nos obligan a la ambigüedad moral. Nadie sabe a
priori por qué objeto o sujeto se va a sentir atraído.
Nadie puede preestablecer si un objeto de diseño
determinado nos va a seducir.
2. El amor contemporáneo, la erótica vainilla
Epistémicamente, la erótica abre la posibilidad del
vínculo insospechado: siempre nos puede atraer
aquello que no debería. Sin embargo, aunque la
erótica genera vínculos y alianzas inauditas, “los
encuentros promiscuos pueden provocar incomo-
didad”, como bien indicaba Puig de la Bellacasa
(2017, p. 73). Los vínculos generan transforma-
ciones, cambio, y por eso son peligrosos, lo que ha
hecho que la erótica se haya visto sometida a pro-
cesos de normalización. En la actualidad, la versión
socialmente tolerada de la erótica es lo amoroso. Se
trata de la versión estable de un soware diseñado
para el vínculo. Esa es la máquina perfeccionada y
validada por la comunidad cientíca internacional
7
.
6
Sobre esta ambigüedad diserta Nietzsche (2014, p. 348) en La ciencia jovial cuando escribe:
Avidez y amor, ¡qué sentimientos y cuántas diferencias nos sugieren cada uno de estos
términos! Y, sin embargo, podría ocurrir que se tratara del mismo impulso, pero designado de
dos modos distintos; o bien de forma calumniosa desde el punto de vista de los saciados, para
quienes este impulso ha tenido ya alguna satisfacción y que temen perder lo que ‘tienen’; o bien
desde la perspectiva de los insatisfechos, de los ávidos, que glorican consiguientemente dicho
impulso porque lo consideran ‘bueno’. ¿No es nuestro amor al prójimo un impulso a adquirir
una nueva propiedad?”.
7
El algoritmo de Gale-Shapley, diseñado para solucionar el problema del matrimonio estable.
En el año 2012, Shapley y Roth ganaron el Nobel de Ciencias Económicas por la aplicación de
dicho algoritmo.
Es donde se decide qué vínculos, deseos, inclina-
ciones, pasiones o eróticas son permisibles y cuáles
no. El amor nació para encauzar nuestra tendencia
a vincularnos con lo otro, con los demás. El amor es
la respuesta utilitarista a la necesidad de vincularse:
le da una razón de ser. Así, el amor concibe que la
erótica es un gasto energético imprudente, que no
lleva a ningún lado, mientras el amor, en cambio,
canaliza la tensión erótica y la pone a producir
(Bataille, 1987). A producir parejas, hijos; reprodu-
cir fortunas o relaciones de propiedad. El amor ro-
mántico es la respuesta victoriana a la búsqueda de
conexión (Dabhoiwala, 2013), y nace para denir
cómo han de ser estas conexiones y cómo no.
Podemos observar esta función de forma clara en
un objeto de diseño muy determinado: la novela
(Swidler, 2001). Esta ha desempeñado un papel
importante a la hora de instaurar tanto la idea de que
existe una interioridad como la de que unas eróticas
son permisibles y otras no (Dabhoiwala, 2013). La
novela nos produce como objeto amador. Al poner-
nos en relación con ella, poco a poco vamos com-
prendiendo que hay una suerte de mundo interior
que le da al sujeto una nueva dimensión. La novela
nos diseña como sujetos: caemos rendidos frente a su
despliegue sentimental y emocional. De esta manera,
el sujeto ya no es lo que hereda —un nombre, una
familia, un ocio—, sino lo que siente y piensa. Por
tanto, este objeto va constituyendo a un ser sintiente
que es capaz de detectar su necesidad de conexión,
de vínculo, de incompletitud. La novela, moralista
desde sus orígenes, dene esta propensión a vincular-
se como “querer”. La erótica, lamentablemente y tal
como nos recuerda Lorde (1984), bajo la lógica del
patriarcado se ha asimilado a la pornografía, lo que ha
desestabilizado su fuente de poder. Desde esta pers-
pectiva, el amor se explica como un afecto que emana
de dentro y se proyecta sobre el otro (sobre otro suje-
to o, en ocasiones, otro objeto). Nuestro aprendizaje
amatorio tiene que ver con qué vínculos se permiten
51
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y cuáles no, qué cuerpos u objetos se pueden amar y
cuáles no, qué eróticas es admisible sostener y cuáles
te pueden condenar (Foucault, 1986). Es doloroso,
puesto que el amor te habla de incompletitud (Illouz,
2012). Y, si bien es verdad que ciertas genealogías
vincularían el amor con la comunidad
8
, en la actua-
lidad el amor se ha normalizado como un vínculo
privado. Así, el amor normaliza y canaliza la tenden-
cia erótica y la dispone en un formato reconocible,
aceptable, moralmente caudal.
De esta forma, el amor romántico se convierte en
un aliado del individualismo, de la elección perso-
nal. Denirse a uno mismo a través de las elecciones
personales, la hiperproducción de objetos amoro-
sos, la intimidad como productora de espacios se
parece más al “inmunitas” del que nos habla Espó-
sito (2011) que a la necesidad de hacernos red que
veníamos subrayando. No sorprende que el movi-
miento de emancipación que fue el amor romántico
encajara tan bien en un sistema de consumo de
corte capitalista (Illouz, 1997); un mercado abierto
al consumo de objetos, al consumo de cuerpos. De
la elección de personas a la elección de mercancías.
Hacerse a uno mismo a través de lo que cada cual
elige, consume. Hacerse feliz eligiendo a la persona
adecuada; ser felices consumiendo las mercancías
adecuadas. El mundo se llena de mercancías amoro-
sas: fustas, dedos impregnados de MDMA, vacacio-
nes románticas, alianzas, osos de peluche, gin-tonics,
nomeolvides, etc. Desde aquí nos arriesgamos a
armar que el amor, esa salida moralizante, no logra
saciar toda la necesidad de conexión que sí expresa
la erótica, y que el sujeto humano precisa de algo
más. Otros vínculos, otras conexiones, otros objetos
que desear. Formas de engarzarse en el mundo más
complejas y reparadoras.
8
La relación entre amor (caritas) y comunidad (communitas) la dejó clara Pablo de Tarso:
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy
como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía
y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de
trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para
alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para
nada” (Corintios 1, 13).
3. Mercantilización del vínculo
Bajo el capitalismo, la tensión erótica se convierte
en mercancía. Cuando el amor subsume la erótica,
el mercado puede intervenir con facilidad y acabar
reduciéndola a likes, a un cambio público de estado
en Facebook o a innidad de fotos en Instagram.
Fotos de amor, fotos de parejas amorosas, datos, nú-
meros: todo ha de ser medible y cuanticable. Obje-
tos que determinan los siguientes objetos. Imágenes
que denirán las siguientes imágenes. Intercambios
de canciones por WhatsApp. Cadenas de intercam-
bios de besos, herpes y ETS. De repente, la cuestión
de cuánto es objeto y cuánto sujeto se torna difícil
de esclarecer. La normalización del amor romántico
como vínculo hegemónico ha contribuido a ocultar,
a oscurecer, otro tipo de vínculos (Esteban, 2011),
de formas de dependencia y, en denitiva, de
constituirnos como comunidad. Nos olvidamos de
cuidar a nuestros amigos y amigas (Alderton, 2018)
y, con ello, pasamos de la interdependencia a una
dependencia dramática. Cuando el amor se vuelve
posesión, cuidar queda en el olvido.
No obstante, la fuerza de la erótica, la producción
de vínculos no amorosos, ha puesto en jaque
muchas de las convenciones del amor romántico.
Friedrich Nietzsche, que mantuvo una relación
complicada con el amor, pasó una larga época
fascinado con su máquina de escribir. Mientras iba
perdiendo la visión, la máquina le garantizaba que
sus pensamientos, la vorágine de ideas que poblaba
su cabeza, fueran expresados y quedaran plasma-
dos para la posteridad. Este lósofo fue uno de los
primeros en notar que cuerpo e instrumento se co-
constituyen, es decir, que objeto y sujeto son fruto
de una coproducción. Se establecen eróticas fuertes.
Rápidamente se dio cuenta de cómo las tecnologías
que usamos los humanos para escribir se enredan
con nosotros para materializar textos. Nietzsche no
creía que exista un sujeto trascendente que se expre-
se o actúe, sino que son las palabras, los actos, los
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Erótica, vínculos e interdependencia. Diseños de cuidado
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que hacen que el sujeto pueda ser. Lo dice de forma
prístina cuando reivindica que “no hay un saber que
no se manieste en un hacer, no hay ‘ser’ detrás del
obrar, del producir efectos, del devenir: ‘el que obra
ha sido meramente añadido al obrar por la imagina-
ción: el obrar lo es todo” (Nietzsche, 2015, p. 40).
Nuestras ideas, nuestras voces cambian dependien-
do de la tecnología que usemos para expresarlas.
Nuestro sujeto se constituye a medida que habla.
De esta manera, la máquina no es tan solo un canal
para que la subjetividad se exprese, sino que la rela-
ción humano-tecnología produce una subjetividad
muy especíca que se expresa de forma tangible.
Escribimos cosas diferentes en función de la tecno-
logía que utilicemos para plasmar las palabras. Por
tanto, humanos y tecnologías nos coproducimos
en la escritura. Los humanos nos materializamos a
través de distintas tecnologías y medios expresivos.
Los objetos culturales que producimos se hacen
autónomos, se distancian de quien los crea.
En una carta de 1882 dirigida a Peter Gast, Niet-
zsche no dudaba en armar que “nuestras herra-
mientas de escribir trabajan también sobre nuestros
pensamientos” (Kiler, 1999, p. 200). Con miopía y
anisocoria, en 1881 el malogrado pensador se hizo
con una máquina de escribir que le cambió la vida:
aunque apenas veía, al n podía volver a escribir. Sin
embargo, tal y como nos recuerda Friedrich Kiler
(1999, p. 203), con su máquina recién comprada el
lósofo “cambió los argumentos por aforismos, los
planteamientos se volvieron juegos de palabras, pasó
de un estilo retórico a escribir de forma telegráca.
Su escritura se volvió lacónica: la tecnología no solo
mediaba sus pensamientos, sino que además les
confería una nueva forma, la misma que caracteriza
y que le da a Nietzsche su estilo tan particular. El
estilo, esa característica que individualiza tanto a
las personas, se construye con herramientas que
determinan cómo uno puede expresarse. Nietzsche
sí hizo ensamblaje con su máquina: el poder de la
erótica logró desdibujar los límites de un yo claro.
Pero su gozo no duró mucho, pues la máquina se
estropeaba con facilidad y su visión se deterioraba
rápidamente. En ese momento contempló la posi-
bilidad de buscar una ayudante, e incluso consideró
casarse durante dos años si hiciera falta” (Kiler,
1999, p. 208), con la idea de que alguien escribiera
por él. Varias mujeres ocuparon este espacio entre
Nietzsche y su máquina: Lou Andreas-Salomé,
Resa von Schirnhofer, Meta von Salis o Helene
von Druskowitz destacaron entre las estudiantes
que eligió para tan importante tarea. Diferentes
mujeres que se enredaron entre las tecnologías, las
palabras, los cuerpos y las ideas; una extraña orgía
de sujetos y objetos puestos al servicio de producir
libros, objetos culturales para poner en circulación.
La relación del lósofo con sus colaboradoras fue
desigual, pero lo que nunca cambió fue su amor por
su máquina, a la que llegó a dedicar poemas y el vín-
culo directo con la cual añoraba. Así, el misógino
9
Nietzsche veía a las mujeres como un medio para
acceder a su verdadero amor. Le gustaba pensar a
través de su máquina, con ella, pues la erótica de la
máquina era superior a la promesa de felicidad de
las personas que se entrometían en su relación.
De esta manera, el ciego pero visionario lósofo
se adelantó casi cien años a Marshall McLuhan,
que en 1967 proclamó su ya célebre “el medio es el
mensaje. No hay un mensaje puro que orece en
la conciencia del humano y se plasma a través de
medios inocuos. En términos más contemporáneos,
podríamos aseverar que el medio es performativo.
Las tecnologías con las que nos comunicamos co-
producen el mensaje. Los medios, por tanto, son la
materialización del vínculo erótico, y la subjetividad
se va produciendo a medida que se expresa. Es el
9
La misoginia de Nietzsche es uno de esos asuntos ampliamente debatidos en círculos
losócos. Si bien es verdad que muchas de sus visiones sobre las mujeres son dispares e
incluso contradictorias, como evidencia su biografía se puede notar un claro cambio en su
relación con el género femenino a partir de sus desencuentros con Lou Andreas-Salomé
(Prideaux, 2018). Desde ese momento, y en referencia al amor hacia las mujeres, llegaría a
escribir frases como la siguiente: “Al amar a una mujer, fácilmente surge en nosotros un odio
hacia la naturaleza, cuando pensamos en todas las desagradables funciones naturales a las que
una mujer está sujeta” (Nietzsche, 2014, p. 383).
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enredo humano-tecnología lo que dene lo que se
va a expresar. Es el contacto con la máquina lo que
produce una subjetividad u otra. Como nos recuer-
da Dominic Peman (2006, p. 19), “debemos evitar
la tentación de ver la subjetividad como algo previo
o externo a los medios, a la ética, al lenguaje, al
tiempo, a la tecnología o a la cultura. Nos hacemos
sujetos a medida que nos expresamos, que habla-
mos, que escribimos, que materializamos el pensa-
miento a través de las diferentes tecnologías puestas
a nuestra disposición. Nos hacemos sujetos cada vez
que nos liamos, enredamos, vinculamos con otros
seres, humanos y no humanos. Nos hacemos sujetos
a medida que vamos tramando relaciones, que nos
vinculamos; a medida que la erótica dene a quién
afectaremos y por quién nos dejaremos afectar.
Nuestra subjetividad se hace objeto, el cual denirá
otras subjetividades. Nuestros instrumentos nos
diseñan a medida que los usamos para diseñar el
mundo en el que vivimos.
4. Diseño ontológico
Ya habíamos avanzado que los modos que tene-
mos de conocer la realidad tendrán implicaciones
directas en los objetos y mundos que seamos
capaces de diseñar. Si el diseño es esa práctica que
gira alrededor de la creación de objetos, mensajes,
experiencias y sensaciones, entonces podemos
extrapolar fácilmente que las prácticas de diseño
contemporáneo no tan solo crean estos objetos,
mensajes o experiencias, sino que además contri-
buyen a crear los mundos en los que estos existen.
Quien diseña un coche también contribuye a crear
un o una conductora, una autopista y un atasco.
Quien diseña un coche contribuye igualmente al
aumento de la polución global. Por eso aquí defen-
demos que las prácticas críticas de diseño deben ser
capaces de imaginar y hacerse cargo de los mundos
que contribuyen a crear. Crear nuevos objetos
implica establecer nuevas relaciones de responsabi-
lidad y cuidado. Considerar el diseño como un acto
ontológico implica imaginar formas de investiga-
ción capaces de reconocer y asumir los mundos que
nuestros proyectos van a desplegar. Implica asumir
formas de subjetividad que partan del vínculo y la
interdependencia, y no de la autonomía e indepen-
dencia de corte liberal. Es en este contexto que se
propone el diseño como erótica, es decir, uno que
permita modos de conexión, vínculos, relaciones:
el diseño entendido como una manera de hacer
mundos, pero también de cuidarlos.
El ejercicio epistémico de la erótica entra en acción
justamente en el momento en que precisamos de
herramientas para establecer y aceptar estos nuevos
vínculos —entre humanos y no humanos, entre
actos y consecuencias, entre deseos y supercies—,
cuando se necesita iluminar las relaciones que
otras tradiciones epistémicas se han encargado de
ocultar. Si la erótica objetual se ha puesto al servicio
del mercado, si ha servido para diseñar objetos más
atractivos, más irresistibles, por nuestra parte pro-
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ponemos, desde la humildad, una erótica que sirva
para imaginar nuevos vínculos con el mundo mate-
rial que vayan más allá de los circuitos de posesión/
deseo. Vínculos cruzados por el compromiso, la
responsabilidad y el cuidado. Formas de pensar/ser
que nos enreden y dejen que el mundo material se
enrede también en nuestras vidas, y que la materia-
lidad humana entre en relación con materialidades
no humanas.
El mundo del diseño contemporáneo está repleto
de objetos cargados de erótica. Objetos que nos
seducen y que quieren ser seducidos. Objetos
que nacen para fomentar y promover formas muy
determinadas de atracción. Objetos que nos afectan
y nos invitan a sentir algo muy parecido al amor. Las
industrias culturales son industrias de la atracción,
de la seducción, de la fascinación. Pero desde aquí
nos gustaría sostener que el hecho de desplazar
la erótica del espacio del consumo y trasladarla al
espacio de la creación, de la ideación y de la investi-
gación en diseño puede tener importantes repercu-
siones. Así, abogamos por extraerla de las lógicas
del mercado para fomentar que funcione como
explosión creativa de vínculos y lazos.
Buena cuenta de ello —de que la erótica puede ser
un método de investigación— nos ha dado la dise-
ñadora Marina Salazar Gil con su proyecto Variétés
Show (2018). Enfrentada al archivo del artista An-
toni Miralda, la diseñadora ahonda y se deja llevar
por las diferentes eróticas materiales que despliegan
los objetos acumulados en el ingente archivo del
artista. Nos invita a vincularnos con estos objetos
de modos distintos, apoyándose en el burlesque,
en la seducción y en el misterio para ayudarnos a
generar nuevos vínculos, nuevas relaciones. Al mis-
mo tiempo que nos hace conscientes de ellas, nos
pone en relación con un conjunto de materialidades
diversas que luchan por organizarse y captar nuestra
atención. De esta manera, la erótica nos obliga a
preguntarnos qué tipo de vínculos queremos pro-
piciar y cuáles debemos desatender; qué misterios
materiales se desean alumbrar y cuáles deben seguir
en penumbra. Cómo cuidamos objetos obsoletos,
inútiles o simplemente incomprensibles. Cómo
damos valor a objetos contaminantes, baratijas de
plástico y juguetes producidos en masa. Cuántos
vínculos objetuales podemos sostener sin caer en
un Diógenes acumulativo.
En su artículo “Ontological Designing — laying the
ground”, la teórica del diseño Anne-Marie Willis
(2006) argumentaba que en el diseño se produce
un doble movimiento ontológico: los humanos
diseñamos el mundo, pero el mundo nos diseña a
nosotros. De esta manera, cada proyecto de diseño
tiene el poder de inaugurar un mundo de usua-
rios, de hábitos, de tendencias, pero también de
perpetuar formas de discriminación o hegemonías
sociales y políticas, así como de reproducir proble-
máticas existentes. La materialidad de los objetos de
diseño hace que estos actúen sobre nosotros, que
afecten —y en ocasiones hasta determinen— nues-
tras conductas. En este sentido, la erótica del diseño
nos llevaría a explorar nuevos vínculos, crear nuevas
relaciones y establecer nuevas esferas de valor. En
lugar de seguir derramando objetos al mundo, la
erótica del diseño nos pregunta en torno a cómo
nos relacionamos con lo existente, cómo los víncu-
los producen ontologías, relaciones de interdepen-
dencia y de cuidado mutuo.
Sujetos y objetos rotos, vínculos rotos. Objetos y
sujetos peleados. Máquinas analíticas incapaces de
unir, de reparar este cisma. El amor romántico ha
ido deniendo un vínculo privilegiado a costa de
entorpecer o destruir los demás. Ha apostado fuerte
por una sola forma de querer. Amor, posesión,
propiedad, capitalismo. Máquinas que nos escriben.
Objetos que nos denen. De allí a esta apuesta por
la erótica, por la búsqueda de vínculos, conexiones
y acciones de atracción que, en lugar de caer en las
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manos del amor, caigan en las redes de la repara-
ción. En manos de amores complejos, en conexio-
nes improbables, en vínculos por denir. La erótica
nos habla de predisposiciones, tendencias a buscar
conexión. De la necesidad de recablear conexiones
para abrir mundos, para repararlos y dejar que nos
reparen. La erótica es promiscua: es tan fácil entrar
en relación con humanos como con no humanos,
sentir atracción hacia un animal, un mineral o un
vegetal. Lo que resulta complicado es encontrar
modos de sostener esos vínculos, de transformar la
erótica en interdependencia, o asumirla, al menos.
De la erótica a la ética posthumana que preconiza
Braidoi queda terreno para explorar. Cada nuevo
vínculo instaura la posibilidad de un nuevo yo, de
un yo más colectivo. Cada vínculo implica aprender
a cuidar, e inaugura así una pequeña ética de los
cuidados.
Cuando aceptamos el vínculo, nos ponemos “en
relación con. Las relaciones cambiarán mucho
dependiendo de nuestra forma de acercarnos a los
objetos. Si nos acercamos desde la objetividad, po-
dremos evaluar, medir, pesar, comparar o diseccio-
nar objetos. Siempre sin afectación, siempre desde
la distancia. Por el contrario, si nos acercamos desde
la crítica, seremos capaces de sospechar, señalar,
denunciar, desvelar, etc. (Sedgwick, 2003). Con
la estética, por su parte, nos podremos conmover,
abrumar, asustar, alegrar, etc. Cada una de las má-
quinas nos permite un repertorio de vínculos con
los objetos. Pero, como nos recuerdan los represen-
tantes de la ontología orientada al objeto (OOO),
los objetos son siempre polivalentes, multifacéticos,
mutantes y están en constante transformación. De
esta manera, cuando lancemos uno de nuestros vín-
culos, cuando aceptemos el reto de la erótica, con
suerte lograremos abrir nuevos vínculos y formas de
relacionarnos con el objeto, aunque, tal como señala
Morton (2013), nunca lo agotaremos.
El problema de la crítica, del análisis, de la observa-
ción es pensar que el vínculo que nosotros esta-
blezcamos con el objeto será el único vínculo que
el objeto va a permitir. Nuestra soberbia humana es
pensar que nuestra interpretación, nuestra forma de
acercarnos al objeto, va a agotar todo el objeto, en
una suerte de amor romántico epistémico. Solo yo
puedo querer a esa persona, y mi querer ha de ser el
único amor posible. Mi interpretación, mi vínculo
objetual, ha de eliminar todos los demás. La erótica,
en cambio, nos invita a revincular los objetos con
otros para así transformarlos, a rearticular los
objetos en nuevas relaciones constantemente. No
a ponernos por encima de ellos, sino a aceptar que
muchos de nuestros enunciados nacen como resis-
tencia al poder que ejercen estos mismos objetos
sobre nosotros.
Pese a que racionalicemos, desvelemos, denamos,
categoricemos, analicemos, señalemos, asumamos
o cancelemos, los objetos de diseño son objetos
poderosos. Hacen cosas que van más allá de nuestra
capacidad de controlarlos. De entenderlos. De
predecir sus vidas sociales. Van a desplegar eróticas
que no seremos capaces de anticipar. Por muchas
defensas intelectuales, por muchos estados afectivos
que logremos comprender, por mucha habilidad
que tengamos para ver las trampas que encierran
estos objetos, nunca estaremos del todo libres de su
poder. De su magnetismo. De su erótica. Haciéndo-
nos eco de Maria Puig de la Bellacasa, nos hace falta
aprender a cuidar, reparar, alumbrar y esclarecer
vínculos. Cada vínculo evidencia más la interdepen-
dencia y la necesidad de reciprocidad, nos permite
afectar y ser afectados y, en consecuencia, cuidar y
ser cuidados.
Cuando las cosas brillan demasiado, cuando senti-
mos su poder —esto es, la fuerza de sus eróticas—,
tendemos a querer apagarlas. A guardarnos de su
inuencia. A desmontarlas para entender cómo fun-
cionan. A someterlas a nuestros juicios y criterios,
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a ponerlas en sitios que no nos puedan afectar. Ar-
chivando y catalogando: así creemos que estamos
a salvo de los objetos, de su poder performativo.
Pero ya hemos dicho que estamos en un mundo
de ontologías relacionales, que a cada interacción
estos objetos pueden performar una nueva dimen-
sión. Cada vez que establezcamos un vínculo con
ellos, nosotros los transformaremos y ellos nos
transformarán a nosotros. Ese es el reto del diseño
contemporáneo: abrir nuevos vínculos, crear
nuevos ensamblajes, inaugurar eróticas. Articular
como una forma de cuidar, de responsabilizarse
de los objetos que las prácticas de diseño contem-
poráneo lanzan al mundo, de asumir los mundos
que se generan cada vez que un nuevo objeto
de diseño entra en acción. Si los objetos brillan,
nosotros los humanos también podremos brillar
10
.
La erótica es, en denitiva, aprender a afectar y a
ser afectados, a reparar y ser reparados, cuidar y ser
cuidados. La erótica nos emplaza a buscar formas
de recomponer todos esos vínculos con los obje-
tos, los mundos y los sujetos que la violencia del
episteme moderno ha contribuido a desarticular.
La erótica nos invita a cuidar el mundo que somos,
un poco más.
10
Obviamente, este punto nal no se puede demostrar objetivamente. Pero si aceptamos,
de la mano de Donna Haraway, que la objetividad cientíca es un mecanismo para ocultar
y preservar una tradición patriarcal dentro de las ciencias naturales y nos hacemos eco del
llamamiento a pensar la investigación desde la poética y la cción (Shaw y Reeves-Evison,
2019), a nadie puede sorprender que el conjunto de esta obra esté salpicado de recursos
poéticos y gestos indisciplinares.
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Jaron Rowan
BAU, Centro Universitario de Diseño de Barcelona.
Universidad de Vic — Universidad Central de Cataluña
(UVic- UCC)
Escritor, docente e investigador cultural. Director de In-
vestigación y Coordinador de la Unidad de Doctorado de
BAU, Centro Universitario de Diseño, en Barcelona. Ha
escrito los libros “Emprendizajes en cultura” (Tracantes
de Sueños, 2010), “Memes: inteligencia idiota, política
rara y folclore digital” (Capitan Swing, 2015) y “Cultura
libre de Estado” (Tracantes de Sueños, 2016). También
ha colaborado y co-escrito libros como “Innovación en
Cultura”(Tracantes de Sueños, 2009), “Cultura libre di-
gital” (Icaria, 2012) o “La tragedia del copyright” (Virus,
2013) a parte de colaborar con medios y revistas.